Capítulo 7. De rupturas y separaciones (2)

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—Víctor era tu hermano, ¿cómo pudiste hacer esto?
El rostro de James se ensombreció, una mueca tiró de las comisuras de sus labios, como cada vez que escuchaba el nombre de su hermano menor. Sascha le conocía lo suficiente como para poder leer su rostro como si de un libro de herbolaria se tratará.
"Ah, de eso se trataba. "
James odiaba a su hermano. Era una hecho que nunca comprendió, pero que no podía ser negado.
El carismático Víctor, con su lengua de plata en inteligente capaz de influenciar incluso a ella misma.
La mueca de odio no tardó en desaparecer, como si nunca hubiera existido, pero estuvo ahí, y por primera vez Sascha reflexionó sobre esto. ¿Que podrías esperar de un hombre capaz de odiar a su familia solo por envidia y sentimientos de inferioridad?
—No tuve otra opción, Sascha— Él se justificó. —Las matronas fueron muy claras al respecto, o tenía un heredero o serías expulsada del clan. Lo hice por ti, porque te amo.
Sascha rompió en carcajadas. ¿A quién pretendía engañar? James no dudaría en quitar cualquier cosa a su difunto hermano, ya fuese un objeto o una persona y Bridgett había sido el amor de Víctor durante toda la vida de este.
Así que el heredero sólo había sido una excusa bien aprovechada por parte de James. Después de todo, un heredero podía haber nacido de cualquier otra mujer.                
—No me culpes a mí. No digas que lo hiciste por mí— Sascha le espetó, clavando las uñas en las palmas de sus manos. —Lo hiciste por ti mismo, para no perder tu posición como cabeza familiar.
"Y por joder a tu hermano." pensó para sí misma. Su estómago se estremeció y Sascha saboreó el sabor a bilis ascendiendo su garganta mientras miraba a James.
El bastardo no lo negó, en su lugar la miró y dijo. —Volvamos a casa. No actúas como tú misma ahora, Sascha. Cuando te tranquilices veras las cosas desde otra perspectiva.
En otras palabras, desde la perspectiva de él. Sascha sonrió con acritud antes de decir.
—No.
La presencia de Sheamus, le dio la seguridad que necesitaba para negarse, sabiendo que el anciano estaba con la nariz metida dentro de algún libro en el piso superior, pero eso no tardaría en cambiar. Ese Viejo tenía un sexto sentido de miedo para los problemas. Sascha no dudaba que en cualquier momento el viejo boticario presentiría que algo iba mal y bajaría a investigar.
Respiró hondo, también tenía el poder que los espíritus le otorgaron. Sin embargo, ese era un poder salvaje e incontrolable que nunca había aprendido a utilizar. Exhalo ligeramente. Sólo tenía que jugar bien sus cartas y quizás no tendría que recurrir a este, porque no había manera en el infierno que volviera con James.       
El bastardo la observó sin comprender durante unos segundos y cuando la realización se hizo en su mente, su rostro se endureció y ensombreció con ira.
—¿No? ¿Cómo qué no? Tu eres mi esposa y harás lo que te digo— James le espetó con furia. Comenzando a caminar amenazadoramente en su dirección. 
—Ex-esposa— le corrigió dando un paso atrás. La sobreviviente en ella estaba levantando señales de alarma a diestro y siniestro.
¿Dónde estaba el Viejo? No miró al techo, no podía desviar su atención de su ex y menos en ese momento. Sascha sabía que sus próximas acciones llevaría a James a un paroxismo de furia.
—Tú… ¿Me estás dejando?— parecía incrédulo y Sascha quiso reírse de su incredulidad, en vez de eso, sacó la pieza de artesanía que era su pulsera matrimonial y la arrojó a la cabeza de James.
—¿Sabes qué? Ya no necesitas preocuparte por que me echen o por perder tu lugar. He terminado con ustedes— Dio otro paso atrás. Respiró hondo. Sin embargo, no pudo resistirse a decirle. —Dásela a Brigitte, con lo que disfruta de mis cosas estoy segura de que estará en éxtasis.
James abrió el puño y observó lo que ella le había tirado. Sus pupilas se dilataron de cólera y negación. Sascha dio varios pasos más y finalmente llegó hasta el umbral de la trastienda. 
—No puedes dejarme— James le gritó y luego se abalanzó sobre ella. Sascha trastabilló atrás y fue sacada del camino por la mano enguantada de su maestro.
El Viejo sostuvo al hombre más joven con insultante facilidad, los guanteletes en sus brazos y puños reluciendo con maná y magia.
Los Puños del Ogro eran la herramienta preferida del Maestro y proveía a su usuario con la fuerza y vigor de tres hombres adultos.
Sascha se apoyó contra una pared. El latido de su corazón era un estruendo en sus oídos mientras que sus rodillas se ablandaban por el alivio. Cayó sentada sobre su trasero, escuchando el escándalo y barullo armado por la refriega entre los dos hombres.
—Estás loca si crees que esto se acabó— El bastardo le gritó, Sascha apretó sus orejas. No quería escuchar. —Tú eres mía, ¿me oyes Sascha? Eres mi mujer y joder si no volverás conmigo, ¿quién más querría a un desperdicio de mujer como tú?
El golpe bajo se clavó con la facilidad de un puñal entre sus costillas. Se estremeció y lágrimas amenazaron con salir.
—¿Quién más que yo te querría? ¿Te desearía?— Escuchó el distintivo sonido de carne contra carne. Sheamus debía de haber golpeado al imbécil.
Una vocecita llena de locura susurró en lo más profundo de su mente que alguien más la había querido, incluso si solo fue durante una sola noche y ni siquiera fue humano, pero alguien más la había deseado. Incluso si ella no sabía qué pensar con respeto a él. Sascha no podía negar que el placer que sintió entre las garras del monstruo superó con creces a cualquier otro.
Pasos se acercaron.
—¿Te hizo daño?— el anciano se agachó ante ella.
Negó con la cabeza.
—¿Crees que debería haber fingido no saber nada?— preguntó, más por conocer los pensamientos de su mentor que por otra cosa.
El viejo no demoró ni un segundo en responder.
—Diablos, no.
Sascha alzó bruscamente la cabeza y enfrentó la mirada alegre de su maestro.
—Por como lo veo, deberías haberle dado la proverbial patada hace años.— Sheamus escupió entre dientes.
Sascha hipó un sollozo, ¿Por qué demonios estaba tan emotiva? ¿Era por el bajón de la adrenalina? Calidez lleno el corazón de Sascha cuando la mano de su maestro palmeo con torpeza su cabello.
—Supongo que fui el hazmerreír del pueblo, ¿no?— lo sintió negar con la cabeza.
—La mayoría solo sentían compasión por la manera que eras tratada— resopló y cuando continuó su tono era de auto-recriminación. —de saber los planes de la Madre Sacerdotisa para ti, jamás habría dejado que te casaran con esos idiotas.
Sascha sonrió.
—No te culpes. Yo fui la única idiota por aceptar.
Los Cornfield habían resultado ser más inteligentes de lo esperado, más pacientes de lo que se les daba crédito. Habían esperado astutamente al momento en que Sheamus había viajado a otra villa aquejada por una plaga.
Si, los Cornfield habían esperado por el momento apropiado, pero en última instancia ella fue quien dijo que si. Por lo que el viejo no negó las palabras de Sascha y en silencio estuvo de acuerdo. Ella había sido demasiado joven e idiota y necesitada de afecto para saber lo que hacía.
Sascha se tambaleó en pie con la ayuda de su maestro, subían al segundo piso cuando una repentina realización la hizo detenerse.
—No tengo hogar y mis cosas siguen en la finca.— Sheamus le dio un suave coscorrón y la apremió a seguir caminando.
—Tienes tu trabajo y tu cubículo, y en cuanto a tus cosas más tarde pasaré por ellas.
—Pero...
—Silencio— Sascha se quedó callada, sintiéndose sorprendida. —Escúchame Sascha, es mejor que no abandones la Botica por el momento. Por lo menos hasta que James se calme, ¿De acuerdo? Él no se comporta de forma normal cuando se trata de ti, esa obsesión contigo puede ser peligrosa.
Piel de gallina cubrió sus brazos y Sascha asintió en acuerdo, porque... ¿Qué otra cosa podía hacer?          

   

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