Si Llego A Morir

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Punto de Vista General:

T/N suspiró mientras se sentaba en el borde de la incómoda cama, meciéndose hacia adelante y hacia atrás. Levantó la vista bruscamente cuando el médico entró en la habitación, un joven de unos treinta años.

—Son esos...?—

—Los resultados, sí.—

—¿Y?—

—Lo siento mucho, señor T/A, pero es terminal. Sólo queda esperar el momento.— El fondo de su estómago dio una sacudida y por un momento oscuro pensó que ya estaba muerto. Se pasó una mano por delante de los ojos, pero el mundo no parecía más claro. —Lo siento, señor T/A, de verdad lo siento.—

—¡No, no lo eres!— Escupió T/N con amargura. —¿Cómo puedes estarlo? Mírate: sólo has vivido la mitad de tu vida, ¡ni siquiera eso! ¡Tengo veintitrés, veintitrés años y mi vida ya se acabó!— El médico lo observaba con compasión, incluso lástima. T/N no quería eso. Él no quería nada de eso.

—Mire, si puedo hacerle una sugerencia, Sr. T/A...—

—¡No, maldita sea, no puedes!— El médico empezó a decir algo, pero decidió no hacerlo.

—Señor T/A. ¿Puedo hacer ahora una sugerencia?—Esperó la aprobación de T/N, pero solo obtuvo una inclinación de cabeza. El médico decidió continuar de todos modos. —Haga una lista.—

—¿Qué? Mire, doctor, seguro que usted sabe mejor que nadie que no tengo mucho tiempo.— Se rió, una risa corta, sin nada de humor.

—Haz una lista, y mañana intente todo lo que quiera hacer antes de morir.— T/N levantó una ceja.

—¿Puedo hacer cosas cuando estoy... en esta condición?—

—Aparte de que va a morir, señor T/A, se encuentra en perfecto estado de salud.— Ahí estaba, otra vez esa risa. El médico observó en silencio mientras T/N se echaba la chaqueta al hombro y salía, deteniéndose para arrebatar los resultados de la prueba de la mano extendida del médico.

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Eran las cuatro de la tarde de un viernes, pero de alguna manera el parque estaba desierto, excepto por una figura solitaria sentada con tristeza en un columpio. Lentamente se movió hacia adelante y hacia atrás, con la cabeza gacha y las puntas de los pies arrastrándose por el suelo.

Levantó las manos y se apartó el desgreñado cabello castaño de la cara. Vio el papel arrugado que tenía en las manos y lo leyó de nuevo, como si lo viera por primera vez, a pesar de que había estado haciendo lo mismo durante la última media hora, desde que había salido de la consulta del médico.

Tenía poco tiempo.

Podría ser una año, mes o día.

—¡Puta madre!—

Golpeó su rodilla con el puño, ignorando la repentina sacudida de dolor que lo recorrió. Un día. Sacudió la cabeza y la apoyó en sus manos. Eso fue todo. Su mano encontró una pequeña libreta negra que llevaba consigo todo el tiempo, pero no hizo una lista. En su lugar, escribió algo más. 

Un número de teléfono.

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—¿Hola?— Dijo una voz extraña. T/N respiró hondo.

—¿Es... es Paulina Villarreal?— Preguntó nervioso.

One-Shots (Pau Villarreal)Where stories live. Discover now