CAPÍTULO 10

5.5K 576 176
                                    


AUBREY


Hace quince años me sucedió lo peor y lo mejor de mi vida.

Llevaba esperando ese momento porque desde muy joven me habían metido en la cabeza que debía casarme por el bien de la empresa de mi padre. Mis tías siempre me hablaban de lo que debía hacer por la familia. Una fusión mejoraría aún más nuestras vidas y la tendríamos asegurada para siempre.

Tampoco es que mi padre y mi madre me hayan puesto un arma en la cabeza. No. Pero mi cerebro ya estaba programado, como si hubieran instalado en mí un chip con toda la información de lo que debía y no debía hacer.

Mi padre me pregunto antes de aceptar la oferta, si de verdad estaba dispuesta a hacerlo y de inmediato dije que si. Para ese momento, Elizabeth ya había demostrado sus intenciones y me sentía realmente confundida, quería eliminar de mi cerebro cualquier posibilidad de estar enamorada de ella.

Cuando se lo dije a ella. No solo rompí su corazón, también el mío en el proceso, sobre todo cuando vi lo desanimada que estuvo cada vez que nos encontrábamos. Ya no hacía sus bromas, solamente respondía de ser necesario o si eran preguntas directas hacia su persona.

El día de la boda, mi cerebro me pedía que huyera —vete Bree, aún estás a tiempo —apague esa vocecita en mi cabeza y camine hacia el altar para firmar un contrato multimillonario con Thonas Graham. Un multimillonario experto en tecnología vanguardista y claro que él necesitaba esta unión si mi padre era el que hacía los mejores micro chips en ese momento. Cosa que cambio con el pasar de los años cuando mi padre enfermo y ya no pudo seguir al frente de todo.

Thomas, al ser "el hombre de la casa", porque soy hija única, se hizo cargo de todo lo relacionado a la que ahora es mí empresa. La verdad, se supone yo debería estar manejandola en este momento. Pero las cosas se hacen como Thomas las dicta, y si el dice que debo estar en casa haciendo nada, cumpliendo con el papel de esposa modelo, se hace.

Cuando tenia un año de casada, descubrí que él tenía una hija. Para ese momento, yo sabía que no podía tener hijos, a él le molestó la idea, pero no podía deshacerse de mi. No era conveniente para su empresa.

Un día decidí buscarla, buscar a Abbie. Casi se me parte el corazón cuando la miré. Estaba muy delgada, desaliñada, como si su madre no la cuidara como debía.

¿Cómo di con ella?

Un investigador privado se hizo cargo. Cuando me dio la información que "cada día está en el parque cerca de su casa", imaginaba que su madre estaría con ella. No que la niña estaba sola porque su madre la olvidaba o le daba igual si su hija se alimentaba.

Ese primer encuentro con Abbie, fue único. Sentí la necesidad de llevármela en ese mismo momento. Ella tenía al rededor de cuatro años en ese entonces.

Recuerdo haber llevado hamburguesas y dulces para ella. Sus ojos se iluminaron cuando le pregunté si quería algo de lo que tenía allí. Estuve conversando con ella por un largo rato, hasta que su madre hizo acto de presencia, haciéndose la víctima, llorando porque no encontraba a su hija y llevaba horas buscándola.

Mi reacción fue golpearla, le di un bofetón que no sé de dónde saque ese impulso. Yo nunca había golpeado a nadie antes, tampoco era impulsiva, pero su cara desvergonzada fingiendo interés por Abbie, hizo que mi sangre hirviera de coraje.

Ella intentó devolverlo, pero ni chofer la detuvo. Le dije que le daría tres días para pensar en una cantidad de dinero que la hiciera alejarse por completo de Abbie, por desaparecer de una vez por todas y no buscarla más.

La muy desgraciada huyó con Abbie, durante dos semanas que no pude dar con su paradero. Pero luego ella vino a mí, dijo que aceptaba el trato. Ese mismo día por la noche, firme un cheque con varios ceros.

El mejor de mis erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora