CAPÍTULO 35

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ABBIE


Sentí mucho miedo antes de que Aubrey llegara. No podía imaginarme lo que esa loca haría si me iba con ella, temía a que mi mamá no llegara a tiempo, mi temor más grande era no volver a ellas.

Cuando el avión estaba listo para el despegue, informaron de una falla técnica por lo que debían retrasar el vuelo. Nos hicieron permanecer a todos en los asientos hasta que la puerta se abrió y entraron los oficiales junto con la abogada de mi mamá.

Lía intentó zafarse de ellos, pero con el espacio tan reducido, fue absurdo de su parte el siquiera intentarlo. La abogada me pidió que fuera con ella y ahí en la pista, afuera de una camioneta estaban Elizabeth y mi mamá, apenas llegue a ellas me abrazaron, Elizabeth parecía una loca revisando que estuviera intacta, según ella porque Esra la mataría si me pasara algo.

Mamá insistió en que fuera a casa con ellas, pero yo quería estar en mi hogar, necesitaba verlas ahora más que nunca. Al entrar en la casa, Daisy corrió a mis brazos y me dijo que su mamá estaba dormida, pero que necesitaba de muchos besos para recuperarse, dijo que le dolía el corazón.

Entrar a la habitación y verla ahí echa un ovillo me partió el alma. Claro que teníamos mucho de qué hablar, pero la sensación de perderla aún persistía en mi pecho, necesitaba sentirla, saber que aún estaba conmigo, unir mi piel a la suya como si fuéramos una sola.

Mi día paso de ser aterrador, a ser el día más feliz de mi vida. Nunca imaginé que el haber donado mis óvulos cinco años atrás, me traería la más grata sorpresa de mi vida.

El destino y sus manías de hacerte llegar al lugar indicado, en el momento menos esperado.

Ahora sostengo entre mis brazos a mi bebé, a mi hija y no puedo evitar sonreír al verla, está completamente dormida, delineo su rostro con mis dedos y arruga su frente, le doy un beso en la frente y la dejo con mucho cuidado sobre la cama, le quito sus zapatos y la cambio con cuidado de no despertarla, aunque tiene el sueño muy pesado, dudo que se despierte ahora.

—¿Ahora tendremos que competir por tu atención? —pregunta Esra apoyada en el picaporte.

—Claro que no —respondo arropando a Daisy —ella tiene mi total atención —. Me giro en su dirección y me ve con los ojos entrecerrados.

—Dormirás en el sofá —sonrío acercándome a ella para sujetar su cintura.

—No puedes dormir sin mí, ya te acostumbraste a tenerme entre tus brazos —me empino un poco para darle un beso y se mantiene rígida —si no me correspondes me quedaré a dormir aquí.

—La mal acostumbraras —me sujeta de la cintura y me carga para hacerme salir de la habitación.

—Buenas noches —saluda la señora que cuida a Daisy.

—Buenas noches —le respondo sin dejar de sonreír —bájame —le pido a Esra.

—¿Mañana vendrá tu hija? —le pregunta sin soltarme.

—Si, esta mañana me ayudó con el aseo.

—Bien, dile que puede quedarse contigo, pueden pasarse a la habitación más grande que está del otro lado de la casa.

—Pero Daisy se despierta algunas noches por la madrugada.

—No te preocupes, vendrá a nuestra habitación porque alguien ya se lo permitió muchas veces —la señora sonríe y asiente a modo de despedida.

—¿Por qué me culpas a mí?, es una bebé, debería dormir con nosotras.

—Me costó mucho trabajo hacer que durmiera en su habitación y tú estás haciendo que ese esfuerzo no valga la pena.

El mejor de mis erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora