CAPÍTULO 20

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ESRA


Esto es lo que tanto anhelaba; ver a Daisy con esa sonrisa es todo lo que siempre he querido desde que supe que la tendría. Pero me sigue aterrando la idea de que sea Abbie parte de su felicidad, no quiero ver a mi hija triste si Abbie decide irse de nuestras vidas.

Al ver que ellas dos me van a ignorar en este momento, me acerco a donde está Leila sentada. Solo me siento a observar la escena de Abbie y Daisy corriendo con el pequeño cachorro.

—Se parecen mucho —comenta Leila.

—¿Eso crees? —sonrío.

—A excepción de su cabello, si, se parecen mucho.

Frunzo el ceño al observarlas bien, debe ser una gran casualidad porque sería imposible que ella y Abbie compartan lazos de sangre. Sería una total locura, no hay manera.

—¿Cuando te iras a Escocia? —me pregunta Leila.

—En unas semanas, debo subir notas y recibir las propuestas de tesis para el próximo año.

—Eres muy solicitada por tus alumnos.

—Supongo que si, pero tú no te quedas atrás, recibes más solicitudes que yo —ella sonríe.

—Porque tú no se los permites.

El hijo de Leila se una a Daisy y Abbie viene a sentarse a mi lado apoyando su cabeza en mi hombro mientras recupera el aliento. Leila comienza a hacerle preguntas sobre su pasantía y ella le responde encantada, sobre todo cuando habla de la profesora que logró cautivarla con sus clases.

—Mami —Daisy me extiende sus brazos —estoy cansada.

—Vamos a casa —me pongo de pie y la sostengo en mis brazos.

—Bee, no olvides a mi Dragón —le dice a Abbie.

Nos despedimos de Leila y de su hijo. Acomodo a Daisy en su silla y Abbie se encarga del cachorro, le pasa el peluche de Dragón a Daisy y ella lo abraza con fuerza. Apenas hemos avanzando unas cuadras cuando ya está completamente dormida.

Abbie comienza a hablarme de sus amigos en Alemania, pero también noto el cansancio en sus ojos, solo habla para no dormirse. No imagino por todo lo que tuvo que pasar en un solo día, estiro mi brazo hacia ella y acaricio su mejilla haciendo que sonría.

—¿Que le ocurre, señorita Campbell? —pregunta —¿Ha notado que sus muestras de afecto surgen repentinamente?

—Lo sé, es tu culpa.

Quisiera tenerla pegada a mi todo el tiempo, pero no ahora, ella aún está con todo lo de su familia y no me queda más que apoyarla como amiga de Aubrey, al igual que aun tengo trabajo pendiente antes de que acabe el año.

Llegamos a mi casa y ahora es Abbie quien toma a Daisy para llevarla a su habitación. Tomo la jaula del cachorro y lo llevo al jardín donde veo que hay una pequeña casita para el. No se como hace para entrar en mi casa sin que me entere, suele convencer de todo a la niñera. Regreso al auto para bajar los demás regalos de Abbie y los dejo sobre el sofá.

—También hay para ti —dice Abbie tomando una de las bolsas —. Toma.

—No tenías porque hacerlo —solo se encoge de hombros.

Abro primero la caja más pequeña y veo que es un par de aretes con dos hermosas esmeraldas, le doy una sonrisa y me quito los que traigo para ponérmelos frente a ella.

—¿Se ven bien?

—Mejor de lo que esperaba, pero deberías utilizarlos en alguna ocasión especial. Abre el siguiente.

El mejor de mis erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora