CAPÍTULO 24

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ESRA

Tener a Abbie entre mis brazos es algo único, se siente muy diferente a lo que alguna vez sentí por alguien. Abbie suele muy sincera en cuanto lo que siente y siempre expresa sus sentimientos o sus pensamientos por muy inapropiados que lleguen a sonar.

Definitivamente que mientras duerme se ve como un angelito, pero apenas abre sus ojos y el brío en su mirada me hacen ver más allá de la inocente chica que demuestra la mayor parte del tiempo.

La primera vez que la vi, se veía realmente muy intimidada ante mi presencia, aunque quizás tenga que ver con la chica que estaba a su lado en ese entonces y no le permitía ser ella misma. Siempre las llevo al extremo, la llevo al borde de sus límites, así como esa vez que termino en el hospital por su culpa.

Aun recuerdo que la última vez que hablé a solas con esa chica, quizo intimidarme insinuando que revelaría cosas que sabía sobre Abbie. Se que fueron amigas antes de tener su amorío, así que no se que tanto sepa, pero al ver mi determinación cuando la desafié a intentarlo, hizo lo que esperaba; bajó su mirada d mostrando su vulnerabilidad al darse cuenta que se enfrentaría a alguien que realmente puede hundirla.

Le dejé en claro que la quiero lejos de Abbie, cualquier acercamiento por accidental que pueda verse, tendrá sus consecuencias. El poder que tengo sobre la junta universitaria, es algo que me guardaré para el mejor momento, porque estoy segura que alguna persona intentará perjudicarme por medio de Abbie. Siempre hay personas que intentan destruir tu vida porque la suya no tiene ni el más mínimo ápice de felicidad.

Llevamos cuatro días en Escocia, las invitaciones a las cenas navideñas de las familias monarcas han llegado. Abbie no para de burlarse por la manera tan ambigua en la que están escrita algunas de esas invitaciones.

—¿Debo llamarte duquesa mientras estamos en esas cenas?

—No, me llamarás como siempre lo haces.

—Pero me apetece llamarte duquesa.

—Te ignoraré cuando lo hagas —ella sonríe.

La he traído a una tienda para escoger su vestido, sé que no podemos ir con ropa casual, por más que lo odie, siempre respeto la temática de la noche.

La modista se acerca a saludarme y Abbie la mira con disimulo. En verdad que Elizabeth tenía razón al decir que es muy posesiva y estoy segura que en cualquier momento hará algo para recalcar que estamos juntas.

—Esra, querida —la modista toma mi mano y me hace dar una vuelta —¿Que te gustaría que hiciera para ti esta vez?

—Algo fácil de quitar —comenta Abbie.

—¿Como dices? —le pregunta la mujer alzando las cejas —¿quien es ella? —me pregunta.

—La otra madre de su hija —sonríe —es un gusto conocerla.

—¿Ella es...?

—También necesita un vestido —afirmo.

No necesito darle explicaciones, solo se limita a hacer su trabajo. Abbie disfruta de hablar con ella sobre lo que quiere y a la modista le gustan sus ideas. Yo solamente dejo que me tome las medidas y reviso el mensaje que mi madre me envió.

—Mi madre ya se entero —le muestro a Abbie.

—Es todo un amor su alteza real —se burla y la modista se ríe.

El mejor de mis erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora