CAPÍTULO 29

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ABBIE

Cuando era una niña, lo único que deseaba con todas mis fuerzas, era que al abrir mis ojos mi madre estuviera junto a mi, pero nunca sucedió así, ella llegaba al amanecer o simplemente no llegaba a casa. Recuerdo la sensación que sentía en mi corazón cada vez que escuchaba pasos afuera la habitación donde dormía, mi corazón revoloteaba anhelando que mi madre llegara y me abrazara o me diera una muestra de afecto, pero cada vez mis ilusiones se iban perdiendo.

Cuando me fui con Aubrey, cada día que despertaba ella estaba en la habitación, por eso la odiaba, porque creía que le había quitada a mi madre la oportunidad de darme eso. Aubrey cada mañana me despertaba con una caricia, sin importarle que yo la rechazara, sus caricias eran lo que hacía que me día fuera bueno.

Recuerdo una vez que Aubrey tuvo que ir al médico muy temprano, ella me dijo, pero lo olvide y cuando desperté me puse a llorar porque ella no estaba ahí. No recuerdo mucho, pero ella dice que no pare de llorar hasta que ella llegó y sin decir nada me abrazo y me acompañó al baño para lavarme, yo fingí que no lloraba por ella, pero era tan obvio ahora que lo pienso.

Ahora que estoy entre los brazos de Esra, no puedo evitar recordar eso e imaginar que pasaría si un día despierto y ella no está más a mi lado. Me aferro a su cuerpo y ella acaricia mi espalda sin abrir sus ojos, hace eso cada vez que quiero dormir, deja suaves caricias con sus dedos por mi espalda, mis brazos o mi cabeza.

—Estas mal acostumbrándome a esto —susurro contra su cuello.

—Me gusta tenerte así y sentir que estás cerca —dice dejando un beso en mi frente —¿estás bien?

—Mejor que nunca —sonrío dejando un beso en su cuello —. Gracias por esta noche, Esra.

—Gracias a ti por llegar a mi vida, Abbie.

Dormir entre sus brazos es lo mejor que he sentido, y es la misma sensación de sentirme segura y amada, como cada mañana que despertaba y miraba a mi mamá en la habitación.

Por la mañana escucho mi celular sonando por alguna parte de la habitación, medio adormitada lo busco entre la ropa que hay en el suelo hasta que finalmente lo encuentro y tomo la llamada.

—Hola —respondo volviendo a la cama.

—¿Qué pasa? —pregunta Esra.

—¿Con quien estás? —pregunta Aubrey.

—Mamá —revisó la llamada y en efecto es ella —¿Que pasa?

—Reconozco esa voz, Abbie —dice —solo dile que nos quedaremos un día más.

—Aubrey, espera —termina la llamada.

—¿Que pasó? —Esra me abraza.

—Te escuchó —le comento —Aubrey te escuchó.

—¿Si? —pregúntale ya restándole importancia —¿que dijo?

—Solo dijo que se quedarán un día más.

—Bien —dice entrelazando su pierna con las mías —duerme, aún es temprano.

—¿Si escuchaste lo que dije?

—Un problema a la vez, por ahora mi problema es que quiero dormir y molesta voz no me deja hacerlo —intento zafarme de ella y se ríe sosteniéndome con fuerza —duerme fastidiosa.

—¿Se te está pegando mi pereza al despertar? —le pregunto.

—Abbie, estoy segura que apenas he dormido tres horas, cierra la boca y descansa.

El mejor de mis erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora