Capítulo 23: Pastillas para dormir.

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Vir no me dejó sola en ningún momento, hasta que le tocó ir a buscar a los chicos. Me quedé con Guada, por más de que tenía la certeza de que Guillermo, en ese estado, no iba a volver a hacerme nada.

Por viajes y otras cuestiones hacía días no veía a mis sobrinos. Volver a casa y que estuvieran ellos ahí con mi hermana, me ayudaba. Tuve un rato para mimarlos, charlar y llenarlos de besos a los cuatro, antes de que Vir los mandara afuera para charlar sobre "eso". Bah, en realidad mandó afuera a los dos más chicos, las chicas se quedaron con nosotras.

- ¿Qué vas a hacer?

- No sé Virginia, no sé.

- Tampoco fue tan malo lo que hicimos para que no lo perdones, para mí fue re divertido. –La miré, reviviendo nuestro árbol genealógico y al de la familia de Santiago por las dudas.

- ¿Podemos cambiar de tema?

- ¿Con qué lo pisaste, ma? ¿Con el taco o con la punta del zapato? –Saltó Valen.

- Con las dos cosas. Pero escúchame Victoria, no te podés hacer la boluda cuando están formando familia. ¿Vos te sentís en peligro con él?

- No.

- ¿Lo llamo?

- ¡No!

- ¿Y entonces? Ponete de acuerdo.

- Es que no sé Vir, no sé. Se fue tristón de mi despacho, a lo mejor se enojó.

- ¿Enojado? Se sintió mal porque vos estabas mal y no lo querías cerca, por eso se fue llorando, no tristón.

- ¿Vos le escribiste?

- ¿Ves cómo sos? Me cansaste, lo voy a llamar. –Tocan timbre. –Ay, lo llamé telepáticamente.

Vir se levantó a abrir la puerta. Podría decir que fueron mis primeros dos minutos sola desde que pasó todo. Me desespera que a veces sea tan metida.

Cierro los ojos dos segundos. Me bombardearon los recuerdos, uno en particular.

Estaba acostada en la cama, cansadísima. Había sido el bautismo de Luisito, así que nos habíamos levantado temprano y a la tarde estuvo el festejo, estuve de acá para allá con mis sobrinos y ahijados, no hace falta aclararlo.

La cuestión es que viene, se sienta en la cama, y me empieza a acariciar por debajo de la ropa.

- Guille, no. Estoy cansada.

- Siempre lo mismo con vos. Dos meses van ya.

- Bueno Guille, pero entendeme.

- ¿Qué querés que entienda? Qué preferís quedarte a jugar con esos pendejos antes de sentarte conmigo en la mesa a escuchar cómo tu hermana me bardea ¿Eso querés que entienda?

- Hace mucho no los veía.

- Sí, Victoria. Siempre hay una excusa diferente. Si tanto te gustan los pendejos, déjame que te haga uno. Tu hermana es una conejera, ¿cómo puede ser que vos no tengas uno? Es ridículo que siga usando forros cuando hace muchísimo estamos juntos, tan ridículo como que vivamos separados. –Seguía intentando bajarme el pantalón.

- Quizá si no estuvieras con tantos gatos entremedio de semana, cogeríamos sin forros. –Me dio vuelta la cara de un sopapo.

- Ah, te gusta hacerte la cocorita también. ¿Sabés por qué me cojo a los gatos? Porque cómo vos no me dejás, me toca eyacular en otro lado.

La fórmula para presidir tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora