Capítulo 25: Dios, patria y familia.

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Javier no llegaba más, se había ido a grabar el saludo de esta noche a La Rosada. Estaba sola, y ya me estaba alterando, en hora y media llega la familia. Y si no llega, no se puede prender le fuego.

Por suerte nos repartimos los roles. Lo de la mesa dulce y el brindis está comprado, Kari dijo que hacía el pan dulce ella. El otro día cuando nos juntamos a tomar mates, su casa tenía un olor exquisito, recién los sacaba del horno, por lo que tengo la certeza de que están hechos. Mamá traía el vitel toné porque le sale exquisito, también dijo que si hacía tiempo hacía la torre de panqueques.

Virginia por su parte trae los tomates y los huevos rellenos, y también un matambre arrollado según me dijo.

Como nosotros ponemos casa, y el asado, mi paso por la cocina es escaso. Solo me tocaba la ensalada rusa. Porque el chimichurri también lo hace Kari.

Me genera intriga qué puede llegar a pasar con la presencia de mis suegros en la mesa. Solo le pido a Dios que no se arme quilombo.

Para matar un poco el tiempo me fui a ver a los chiquitos a los caniles. El calor afuera estaba sofocante, casi me derrito en el trayecto en el carrito de golf. Así que entré y me fui directo a la ducha.

Me terminaba de acomodar el vestido que me había puesto, tensaba la tela con mis manos arriba y debajo de la panza para ver su crecimiento. En eso me llaman. Bajo rápido para encontrarme con Kari, me traía las cosas.

- ¿Y tú hermano? Mira la hora que es.

- Afuera, por prender el fuego. Quiso pasar a comprar unas cositas antes de venir, y bueno, nos tardamos por eso.

- Ya lo estaba por retar.

- Quédate tranqui que yo controlo que se porte bien. Escucha, me voy a bañar y vengo, si necesitás algo me decís ¿Sí? No hagas fuerza al pedo.

- Sí Kari. Igual, estoy embarazada, no inválida.

- Por el bien de todos digo.

- ¿Cuánto falta para que llegue el circo? –Javi venía sacudiéndose la ropa.

- En un ratito, cuarenta o cuarenta y cinco minutos más o menos. Tenés tiempo de sacarte la mugre todavía.

- Tengo tiempo a darte el regalito por adelantado. –Lo miré seria, pensando que hablaba de un rapidín. –No es lo que pensás, esperá que lo baje del auto. –Karina se reía.

Apareció a los minutos con un pack de cerveza negra sin alcohol. La sonrisa se me dibujó sola en la cara. Los hermanos se reían de eso.

- La otra noche vi cómo la envidiabas a Patito y sus copas. –Solté la carcajada.

- Te amo.

- Las voy a dejar en la mesada, así las vas guardando en la heladera. –Lo seguí y me buscó abrazar.

- No. –Solté firme, a lo que me hizo puchero. –Vos estás sucio y yo de blanco, mala idea. Bañate y después nos abrazas. –Me miró de reojo, haciéndose el ofendido. –Pero podrá ser posible, che. Ni a Tomás hay que mandarlo a bañar, hay que mandarlo al viejote este. –Con Karina nos reíamos.

Kari se fue a su casa, yo me puse a guardar tres latitas en el freezer y las otras nueve en la heladera. Después, de a poquito fui acomodando la mesaza. Por suerte acá hay mesas largas, sino no sé dónde habríamos entrado los doce que somos.

Vir y compañía fueron los primeros en llegar. Me dio risa que mientras ayudaba a Santi a acomodarse, lo mandaba a Javier a sacar la bolsa de regalos que tenía en el baúl. En el mientras llegó Kari, los chicos se le tiraron encima prácticamente. La adoran.

La fórmula para presidir tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora