Lluvia de Fuego

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El horror y el temor hicieron que su corazón diese un vuelco profundo. El miedo le nubló los sentidos y sus pensamientos no hacían otra cosa más que incitarla a prepararse para lo peor.

Dios mío.

Dolores no quiso mirar atrás para volver a confirmar que eran dos centauros los que la perseguían. Simplemente siguió corriendo, con los nervios ahogándole el pecho y procurando no soltar su acero, que era su única arma. Mientras corría, la parte lógica de su mente le hacía muchas preguntas.

¿Por qué corría en vez de defenderse? ¿Cómo podía ser que aquellos dos centauros, con la rapidez que tenían, aun no la alcanzaban? ¿Dónde estaban Matías y Agustina?

Dolores se sintió estúpida, muy estúpida. Jamás debió haberse separado del lado de sus hermanos. Había sido algo tonto. Estaba metida en medio de una guerra, donde millones de personas como ella estaban combatiendo y era, obviamente, un suicidio separarse de su grupo. Si lo había hecho fue solo para cerciorarse de que estuviese bien su hermano mayor, Fernando. Ella sabía que estando sola no saldría viva de allí...estaba pagando las consecuencia por ello.

También estaba furiosa. La hacía hervir por dentro no poder lidiar con aquellos dos centauros que la venían persiguiendo desde el momento que abandonó la tienda del Clan de la Luz.

Miró hacia atrás. En efecto, los centauros estaban cada vez más cerca.

Son dos contra ti sola, no seas idiota. Solo corre.

Los centauros rugieron de fastidio. Dolores ignoró eso y siguió corriendo a través del campo de batalla. No había nadie cerca de ellos. Se habían desviado del centro de batalla y lo único que completaba el escenario de la persecución eran los cadáveres, ya putrefactos, de varios centauros y filitcios, esparcidos por el suelo.

Dolores estaba desesperada. Los centauros le pisaban los talones y las flechas que estos lanzaban le rosaban el cuerpo por pocos centímetros. Aun no podía creer como ella, debido al exceso de adrenalina en el cuerpo, seguía avanzando tan rápido. Pero se estaba cansando, y sentía que solo era cuestión de segundos antes de caerse rendida al suelo y dejarse morir.

El pecho le dolía. El veloz latido de su corazón la perturbaba y el sudor no dejaba de caerle sobre los ojos. Estaba exhausta y se tuvo que morder la lengua antes de dejar que las lágrimas llegaran a sus ojos. Para ella era el fin. Estaba viendo su vida en un segundo...

De pronto, una esperanzadora idea surgió en su mente. Era arriesgada, pero no tenía otra opción. Tenía que hacerle frente a los centauros. Pero para eso tenía que alejarse un poco mas de ellos. Si se daba vuelta ahora no llegaría a hacer nada antes de que atravesasen su cuerpo un centenar de flechas.

Dando un salto hacia adelante, sacó hacia afuera su forma lobuna y emprendió una nueva y más rápida huida. Los centauros quisieron aprovechar el pequeño momento de su transformación para acabar con ella. Abrieron fuego lanzando sin cesar flecha tras flecha, pero ninguna logró dar con la insignificante muchacha.

Dolores sonrió en su fuero interno. Adoptando aquella forma iba a tener un poco más de ventaja sobre ellos que siendo humana. Al principio, había considerado por tan solo una milésima de segundo transformarse en un halcón para salir volando. Pero eso no la hubiese ayudado. Aquellos dos centauros que la estuvieron persiguiendo demostraron tener habilidades en el uso del arco y la flecha y Dolores supo que esos dos eran arqueros experimentados. Siendo un halcón, no iba a tener si quiera la oportunidad de volar diez centímetros sin ser atravesada por una flecha.

Por lo tanto, siguió avanzando a gran velocidad cuesta abajo por una pradera. Más flechas fueron disparadas en su dirección, pero su armadura fue un buen escudo. Los centauros comenzaron a quedarse atrás y la joven loba comenzó a sentir que el nudo de su estomago se aflojaba de a poco.

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