En el Sumidero del Infierno

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Odió admitirlo, pero me siento débil.

Si no soy capaz de dar dos pasos sin sentir que el mundo a mí alrededor da vueltas como una ruleta, eso solo puede significar que aun no estoy del todo recuperado.

Soy la pelotita blanca de la ruleta rusa.

Es increíble todo el daño que una pequeña dosis de toxina reventada puede hacerle a uno a su sistema.

Y eso que soy un filitcio; de ser un humano ya estaría muerto.

Otra cosa que odiaba era las argollas que apretaban mis muñecas. Eran molestas, pequeñas y me cortaban la circulación. Sencillamente no podía soportarlo.

–En serio, no creo que sea necesario llevarlas encima. Digo, me despojaron de mi armadura, de mi espada, de mi daga, me drogaron, tengo la sensación de que un camión me pasó por encima... ¿y aun así me tienen miedo? Ja, ja, solo soy un pibe de dieciséis años, por el amor de...

Los dos guardias que me escoltaban al Salón del Trono detuvieron sus andadas y me arrinconaron contra el muro del pasillo. Me estamparon de un fuerte golpe la cabeza contra el concreto de la pared y me acercaron al rostro una de las antorchas clavadas en los postigos. El calor me dio de pleno en el rostro pero aquello no me asusto; el fuego es mi amigo.

–Si no haces silencio de una buena vez, vamos a cortarte esa lengua tan osada –me amenazó uno de los guardias, sacando un puñal de no sé dónde y acercándomelo a los labios. El sabor metálico del cuchillo oxidado me hizo estremecer.

"¿Cuál sería el plan? ¿Hacer que te maten antes de conocer al Maldito o hacerte el hombre duro y darles miedo? Si es así, estas más cerca de conseguir lo primero que lo segundo", me dijo Federico, transmitiéndome su enojo a mi cabeza adormecida por el golpe.

"Con un poco de suerte, estaré muerto antes de llegar al final del pasillo".

Mi silencio lo interpretaron como una señal de entendimiento y los guardias y yo proseguimos con la marcha. Al principio, provocar a los centauros me había parecido una buena idea; ahora no estoy tan convencido de que haya sido lo mejor.

"Trata de no provocar a nadie en el camino".

"No me digas lo que tengo hacer. Vos estate atento ante cualquier cosa que reconozcas. Necesito orientarme lo mejor posible en caso de que tenga que improvisar una huida".

Ya bastante molesto era tenerlo dentro de mi cabeza como para que viniera a darme sermones. No iba a tolerarlo, menos aun teniendo en cuenta lo que le hizo a mi abuela. Prometí no matarlo y pienso cumplir con mi promesa, pero cuando se me ocurra algo alternativo pienso hacerle daño.

No obstante, tengo que admitir que su idea estuvo buena.

–Son ellos. Van a llevarte al Salón del Trono, es ahí donde Nerfeil Okkil rige su autoridad y tortura a sus prisioneros. Si usas tu habilidad conmigo y creamos una conexión mental inalámbrica a la distancia, puedo aconsejarte y a lo mejor, si me dejas ver lo que pasa a través de tus ojos, decirte que ruta es más conveniente para ir a la Torre Nocturna.

–Y de paso ver si me cruzó con el calabozo de tu familia.

–También. De momento lo más importante es mantenerte con vida. Ahí vienen.

Y fue ahí cuando los dos guardias irrumpieron nuestra celda y me sacaron a la fuerza de allí. La conexión mental fue instantánea y al percibir la presencia de sus dos mentes (la de él y la de su abuelo) francamente me sentí perturbado pero a la vez agradecido. Mantener semejante don en funcionamiento requería mucha concentración y poder mental, y Federico me ayudaba a mantener la conexión gracias a la unión de sus dos conciencias.

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