Noticias Importantes

816 56 0
                                    

Juan Cruz Heredia suspiro de alivio y cansancio apenas estuvo lejos de la casa de sus amigos los Martínez. Había sido una tarde interesante, se lo había pasado bien, pero ahora quería estar un rato solo. Últimamente no había tenido ocasión de estar en paz y tranquilo consigo mismo. A todos lados a donde iba, siempre lo acompañaba alguno de su grupo. No era que no le gustase, todo lo contrario, pero a veces necesitaba estar un poco aislado del mundo.

Se subió el cierre de la campera y se metió las manos en los bolsillos de su abrigo. Junio llegaba a su fin y los primeros fríos del invierno se hicieron notar. Debían de ser un poco más de las siete de la tarde y aún así el cielo ya se había vuelto oscuro. Juan Cruz siguió caminando sin rumbo fijo por las calles desiertas. Sin darse cuenta se metió en Güemes y el ruido de la gente lo sacó de sus pensamientos. Estaba pensando en lo mucho que tenía que estudiar para mañana y en lo poco que faltaba para las vacaciones de invierno. Quería tanto que llegaran; el colegio lo estaba sofocando.

Caminó por delante de varias vidrieras y negocios. Güemes estaba muy alborotado esa noche, miles de personas entraban y salían por todos lados. Sintió ganas de quedarse un rato por allí, incluso a lo mejor llamaba a alguna chica para que le hiciese compañía y cenara con él.

Un viento helado lo paralizó de pies a cabeza. Decidió meterse en la confitería Havanna durante un rato y entrar en calor. Ocupó asiento en una de las mesas de al lado de la ventana, pidió un café caliente y se distrajo mirando a la gente pasear. Entro en calor al instante y una sensación de comodidad lo embriagó por todo el cuerpo. Le gustaba estar así.

Encendió su celular, que por costumbre lo llevaba apagado, y buscó en su agenda electrónica los números de varias chicas. Tenía ganas de pasar el rato con alguna de ellas. Algunos de sus amigos siempre lo habían envidiado por eso.

Juan Cruz nunca tuvo dificultad alguna a la hora de encarar a una chica. Sabía como hacerlas reír, divertirlas, hacer que se sientan bien y seducirlas; por lo cual jamás tuvo problemas en lo que se concierne a ese tema. Sin embargo, él nunca buscó una relación seria. Había estado con muchas chicas, tanto conocidas del colegio como desconocidas de boliches, pero nunca llegó a nada serio con ninguna. Él era muy cuidadoso respecto a ese asunto. No era lo mismo que te gustara una chica a que te enamores de una. A Juan le gustaban casi todas las chicas que él veía, pero jamás se había enamorado. Hubo una sola excepción en la que si se enamoró, hará cosa de un año, de una chica llamada Melina, pero nunca pasó nada, al menos no por parte de ella. Fue la primera chica, en toda su vida de pirata, que le cortó el rostro. Es por eso que le gustó tanto.

Al final se decidió por apagar de nuevo el teléfono y no llamar a nadie. Se convenció de que lo mejor sería tomarse el café rápido y después irse a casa a dormir un poco.

Empezó a llover cuando la camarera trajo su café. Mar del Plata era una ciudad realmente encantadora cuando se encontraba bajo la lluvia. Ver a la gente huir de la llovizna lo entretuvo un rato, hasta que de repente alguien abrió la puerta y el viento y el ruido de la calle entraron en Havanna, acabando con el silencio y la tranquilidad.

Juan Cruz dirigió la mirada hacia la puerta. Una chica de alrededor de dieciséis años, mediana de altura y rubia, empapada hasta los pies, entro tambaleándose en la cafetería. La gente la miró de reojo. Titiritaba de frio y parecía exhausta. Se sentó a dos mesas de distancia donde estaba Juan Cruz; pidió un café negro y, una vez que se hubo alejado el mozo, se abrazó al cuerpo. No llevaba buzo ni campera. Sufría un frio terrible.

Juan la contempló pensativo durante un largo rato. Era una chica muy linda, pero había algo en ella que le resultaba vagamente familiar. Como si ya la hubiese visto antes en otro lado.

Búsqueda en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora