La Carta

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El partido entre Argentina y Alemania resultó ser una verdadera catástrofe para los argentinos. Ganado el partido con cuatro goles a cero, Alemania descalificó a la Selección Argentina del Mundial de Sudáfrica 2010 de la manera más humillante.

Juan Cruz estuvo cerca de tirar el televisor por la ventana de pura bronca. Con el equipo que tenían era desastroso que Alemania los dejara afuera del Mundial, otra vez. Frustrado, Juan Cruz salió esa tarde amargada de sábado con sus mejores amigos. Fueron al cine, a comer y a la noche, se colaron en la fiesta de quince de una conocida. Aquella parranda que se mandaron fue una buena receta para curar su malestar futbolero, por lo tanto, la derrota que todos los argentinos sufrieron ese día quedo clavada en el olvido...al menos, durante un buen rato.

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El caso titulado "Carolina Cristóbal" avanzaba cada vez más despacio conforme pasaban los días. La desaparición de la adolecente era un caso que, al parecer, nunca se resolvería. La policía había hecho todo lo posible: registraron la casa de la víctima, su escuela, el vecindario, interrogaron a sus familiares y amigos (a excepción de uno que se encontraba fuera del país debido a unas vacaciones adelantadas) e incluso habían buscado pistas en los lugares donde frecuentaba la chica. Más de quinientos policías participaban en la búsqueda de la desaparecida. Sin embargo, con el paso de los días, no habían hallado nada nuevo, ningún indicio que los guiase hacia nuevas hipótesis. Nadie la había vuelto a ver desde ese infame sábado 26 de junio.

Mariano Olivera, el fiscal a cargo de la búsqueda, sufría uno de los peores picos depresivos que alguna vez hubo tenido. Alarmados, sus colegas llamaron a un doctor que lo analizó con sumo cuidado. Su diagnostico: estrés.

El médico le firmó un certificado de incapacidad laboral, dándole de alta por dos semanas. Mariano Olivera protestó, quería encontrar a la chica Cristóbal costase lo que costase. Jamás dejó sin resolver un caso, siempre descubría la verdad, por más trágica que fuera.

–A usted ya solo le quedan poco años para jubilarse, Olivera. No sea cabeza dura, que si sigue así, va a darle un paro al corazón. Hágame caso y vaya a descansar. En este estado no le es útil a nadie, mucho menos a un caso como esté –le dicto el médico.

Mariano Olivera, a regañadientes, se retiró del caso. Asignaron a otra persona cuyos conocimientos dejaban mucho que desear. Su nombre era Marcelo Quiroga. Durante días, repasó todos los informes del caso, sin descubrir nada nuevo en que poder profundizar.

A Carolina Cristóbal se la tragó la tierra.

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El lunes tuvo lugar su tercera sesión. Mía no abrió la boca en ningún momento de los cuarenta minutos que el colegio le ofrecía para desahogarse. La doctora Juana Ingrata, por su parte, hizo muchísimas anotaciones, algo que despertó la curiosidad de su paciente. No se imaginaba de donde sacaba sus ideas cuando ella no decía absolutamente nada. Una vez pronunciada la frase "puedes irte", Mía abandonó la consulta y dejaron esa charla pendiente para el día siguiente.

El martes al mediodía, los hermanos Torres se prepararon un almuerzo casero que consistió en fideos con tuco. Se recostaron en el sillón del comedor y encendieron la televisión. En los noticieros se seguía hablando sobre la desaparición de Carolina Cristóbal, la mejor amiga de su primo.

La noticia decía así:

–"Carolina Cristóbal, de quince años, desapareció el sábado 26 de junio misteriosamente. Desde hace ya diez días, familiares, amigos y policías la buscan desesperadamente sin ningún éxito. El nuevo fiscal a cargo de la investigación, Marcelo Quiroga, declaro que la situación es alarmante y que se estaba haciendo todo lo posible por encontrar a la joven. Más de quinientos policías forman parte de esta búsqueda, junto a las marchas de vecinos y amigos que reclaman su aparición.

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