Lo primero que sintió al despertar fue miedo.
Abrir los ojos fue como no abrirlos, pues a su alrededor todo era oscuridad y lo único certero era la inminente agonía que ascendía por sus agarrotados huesos hasta alcanzar el mismísimo cráneo. Se llevó las manos a la cabeza y dejó escapar un quejido angustioso.
Le dolía absolutamente todo.
¿Qué fue lo que pasó?
Conforme se enderezaba, la somnolienta muchacha fue consciente de que estaba recostada en una suave cama tibia y una avalancha de sabanas le proporcionaba calor a su frágil cuerpo. Dejó caerse nuevamente sobre la colcha y el esfuerzo la agotó. ¿Cómo era posible semejante cosa? Daba la sensación de que había estado durmiendo por días y aún seguía cansada...
Carolina Cristóbal se despabilo de golpe y dejó escapar un grito de histeria.
Recién ahora recordaba quien era ella.
– ¡Pablo!
Echó las sabanas a un lado y se bajó de la cama de un salto. Sus pies descalzos entraron en contacto con el frio suelo de madera y todo su cuerpo tembló ante la helada sensación. Se abrazó a sí misma y descubrió que llevaba puesta una especie de pijama felpuda. O eso creía. Entre tanta penumbra no divisaba nada.
– ¡Pablo! –volvió a gritar al aire, esperando obtener una respuesta de su amigo.
Nadie contestó.
Carolina trepidó y comenzó a dar sus primeros pasos en lo desconocido. Al principio tambaleó y una fuerte puntada recorrió la cara anterior de su vientre. Le dolía cada sector del diafragma y los costados de la caja torácica. Cada paso era una dolencia.
¿Dónde estoy?
Recuerdos de una guerra lejana y una tormenta de muerte y sangre brotaron de los recónditos de su memoria y el horror de lo vivido la angustió. Sintió la garganta seca y rasposa, conforme caminaba a ciegas, procurando no chocarse con nada. Los músculos del brazo derecho y los hombros le pedían a gritos un buen merecido reposo, pero ella se negaba a meterse de nuevo en la cama. Quiera escapar.
Esto no puede ser una prisión; no puedo volver a pasar por eso de nuevo...
Al estar todo tan negro y oscuro, Carolina no tenía forma de ver lo que había por delante y en consecuencia terminó goleándose el dedo chiquito del pie con una de las patas de la cama. Tuvo que morderse el puño para no aullar de dolor. Se tragó las lágrimas y justo cuando creía que las cosas no podían estar peor, el atisbo de una leve luz hizo renacer su esperanza.
Luz.
Carolina se olvidó del golpe y avanzó hacia la tenue línea amarilla que desprendía partículas de polvo en el aire. Parecía ser que lo único que había entre ella y la luz era una especie de gruesa cortina oscura, por lo que decidió apartarla a un lado y dejó a relucir el paisaje que proyectaba la ventana de la estancia.
Como cabía de esperarse, la joven muchacha apartó instintivamente la mirada hacia otro lado, pues aún sus ojos no se adaptaban a tal cambio. Pasó los últimos días viviendo en las sombras de un calabozo de mala muerte, rodeada de penumbra y pésimas compañías. Decidió aguardar unos minutos antes de volver a intentar de mirar.
Cuando se consideró capaz de sobrellevarlo, Carolina abrió levemente una de las rendijas de los ojos y contempló el paisaje que tenía delante. El escenario fue impactante.
Dios mío.
Un inmenso mar azul se extendía por todo lo largo y ancho de su vista panorámica. Sus aguas eran profundas y oscuras, y la única perturbación que sufrían era el intenso movimiento que perpetuaba el motor de la maquina que la transportaba a ella.
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Búsqueda en el Infierno
AdventureLa profética Batalla Final entre los centauros y los filitcios ha comenzado y con ella la última dinastía sobrenatural. Luchando por la libertad y la supervivencia de su estirpe, las dos razas se enfrentan por última vez en un combate sangriento y d...