La manivela giró y las cadenas tiraron para arriba de sus muñecas.
El Hijo de la Piedra aulló y las heridas del cuerpo se agrietaron instantáneamente.
– ¡Basta! ¡Por favor! –aulló, entre gritos y llantos despavoridos.
–No, quiero hacer sangrar a la piedra.
Y siguió girando la manivela.
El mecanismo era una obra maestra en el arte de la tortura. Las cadenas del techo eran manipuladas por la manija de la pared, que tensaba las cadenas del suelo, las cuales aferraban al prisionero por los tobillos. Los pies ya no tocaban la superficie, sino que levitaban a pocos centímetros, y era así como la gravedad también cumplía un rol en el tormento. Las manos colgaban del techo; las oxidadas cadenas enroscadas en las muñecas manaban sangre y los brazos descuartizados dejaban entrever carne y piel, dejando el hueso al descubierto.
– ¡BASTA! –gritó Federico pero eso solo sirvió para que el centauro siguiera girando la manivela. Las cadenas se tensaron y tironearon para arriba y el prisionero pegó otro alarido.
–Nerfeil Okkil no admite la traición y las mentiras. Y tú cometiste ambas.
Federico tenía los ojos cerrados. Lo que antes le parecía un suplicio ahora le parecía algo optativo. Cuando Nerfeil Okkil descubrió el engaño perpetuado por Pablo Torres y él, obligó a sus vasallos a que lo desencadenaran de la mesa de tortura y lo trasladaran a una sala peor en las mazmorras. Al ver que el único ornamento de aquel sitio eran unas cadenas embelesadas al suelo y otras conectadas al techo por una manivela, supo al momento que la tortura que se venía iba a ser la más desgarradora de toda su vida.
–Esto es lo que pasa cuando traicionan nuestra confianza. No vamos a matarte, solo queremos suavizarte antes de llevarte con tu familia. Imaginó que estarás deseoso de volver a verlos después de tantos años ¿no? –le había dicho Nerfeil, en una sonrisa maliciosa y despectiva. Le dieron ganas de bajarle todos los dientes.
Y así lo hicieron. Ojo Tuerto y Sabueso Manchado le quitaron las prendas inferiores, que eran las únicas que le quedaron, y desnudo como el día que vino al mundo lo encadenaron al techo y lo elevaron a pocos centímetros del suelo en el centro de la sala. Dedicaron los primeros minutos a ejercitar con él, utilizándolo como bolsa de boxeo. Le propinaron todo tipo de golpes, puñetazos en la cara, ganchos penetrantes en el estomago y en los costados. La idea no era asesinarlo, sino ablandarlo, lo suficiente para que deseara la muerte a toda costa en vez de soportar semejante tortura, y era ese el motivo por el cual nunca se propasaron más de lo necesario. Ojo Tuerto se lo hizo saber a los golpes con cada uno que le propinaba.
–Considérate afortunado. Se te permite vivir más de lo que mereces, bastardo.
Una vez finalizado los golpes, procedieron con la mutilación. No lo desollaron como antes, pues las heridas que le habían hecho aun no cicatrizaban y la mayoría estaban abiertas, a punto de agrietarse e infectarse, sino que decidieron hacer algo más morboso. Con una cuchilla de caza, le rebanaron el dedo gordo de la mano izquierda y el menique de la derecha. Los dedos cayeron opacos al suelo ensangrentando de la celda y Federico se vio desvanecer, pero los hermanos centauros lo despabilan al toque entre cachetadas u haciéndolo aspirar del muñón con alcohol.
–¡Mátenme! –suplicaba y suplicaba.
–Todo a su tiempo, bastardo. Todo a su tiempo.
Fue entonces que decidieron girar la manivela.
Fracasé, fracasé en todo.
Las cadenas se tensaron por quinta vez.
Todo terminó para mí.
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Búsqueda en el Infierno
AdventureLa profética Batalla Final entre los centauros y los filitcios ha comenzado y con ella la última dinastía sobrenatural. Luchando por la libertad y la supervivencia de su estirpe, las dos razas se enfrentan por última vez en un combate sangriento y d...