En el Mundo de los Centauros

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No recuerdo en qué momento recuperé la conciencia.

Tampoco recuerdo en qué momento la luz blanca desapareció. De lo único que estaba seguro era que todo lo que se encontraba a mí alrededor no era más que una siniestra oscuridad. Y eso no era algo bueno. La oscuridad nunca había sido algo bueno. La oscuridad era el arte de las sombras y de la maldad. Nada más.

No podía ver mi cuerpo, tampoco sentir donde se encontraban cada una de mis extremidades. Lo único que podía sentir era un incomodo dolor punzante recorriendo cada parte de mi ser sin ser consciente de lo que en realidad me estaba sucediendo. Fue como volver a estar en un estado de coma, solo que esta vez era más consciente de la gravedad de mi situación.

Miles de recuerdos se cruzaron sin ningún orden por mi mente. Recuerdos confusos que para mí no tenían sentido alguno. La sanguinaria batalla entre los centauros y los filitcios, la tristeza de Dolores, la persecución del centauro que secuestró a Carolina, el místico portal suspendido entre los dos robles...

Abrí los ojos.

La primera imagen que tuve fue borrosa. Distinguí varios árboles mirándome desde arriba como si fuesen espectadores, pero al mismo tiempo los vi borrosos debido a una especie de visión gris que me nublaba la vista. Comprendí entonces que involuntariamente había estado presionando las palmas de mis manos contra mis ojos para despabilarme y en consecuencia había apretado un poco fuerte la cornea de estos. Dejé caer mis brazos y apenas hice contacto con el suelo, sentí como mis dedos tocaban lo que parecía ser pasto y tierra mojada.

Parpadeé una o dos veces más y traté de erguirme lo mejor que pude. Contemplé mudo el paisaje de mí alrededor.

Un bosque. Al parecer me encontraba tumbado en el suelo de un bosque. Pero no era un bosque cualquiera, era uno muy distinto al que yo jamás haya visto. Los árboles eran de un tono muy azul y muy marrón. El pasto era verde, pero estaba mojado y destruido, con grandes volúmenes de tierra mojada sobresaliendo.

Me puse de pie lentamente. Cada musculo del cuerpo me dolía. La cabeza me daba vuelta y las venas de las sienes palpitaban furiosamente.

Bostecé sin saber por qué. Había estado durmiendo pero no recordaba bien en qué momento pasó. De golpe, me agarró la sensación de que estaba pasando algo por alto. Algo importante, pero no podía recordar que era.

Y entonces ocurrió.

De la misma forma inopinada en que desperté, recordé todo.

Mi nombre es Pablo Torres, soy un filitcio (una persona especial con habilidades sobrenaturales), pertenezco al Clan del Fuego y soy un recién iniciado, nivel medio. Momentos previos a mi despertar, yo me encontraba en plena guerra luchando contra los centauros, criaturas mitológicas y eternos enemigos de mi especie. Todo era un escenario de sangre y muerte. Era la Batalla Final, la misma anunciada por la profecía de los Dioses. Debía estar ahí, junto con los demás seres de mi especie, junto con los míos, junto a mi familia, peleando por nuestra libertad. No obstante, yo había abandonado la guerra. Había abandonado el campo de batalla. ¿Por qué? ¿Por cobardía? No...porque había visto a Carolina, a mi mejor amiga, una dulce chica humana, siendo secuestrada por un centauro y desapareciendo por un luminoso portal suspendido entre dos árboles. Yo los había seguido hasta ese mismo bosque, lejos del campo de batalla, y había traspasado ese portal luminoso sin miedo y sin temor. Lo había cruzado para rescatar a Carolina.

Para rescatar a mí mejor amiga...

La realidad fue un golpe tan duro que me hizo despertar de toda ensoñación. Las piernas me temblaron como gelatina y me sostuve del tronco de un árbol. Mire nuevamente a mí alrededor. ¿Éste bosque que era? ¿Uno distinto o se trataba del mismo que había a las afueras del campo de batalla? No, tenía que ser uno distinto. Yo había cruzado el portal. El portal luminoso... ¿Portal?

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