La psicóloga Juana Ingrata estudió subrepticiamente a su nueva paciente. Como era un caso reciente no había tenido mucho tiempo para prepararse para la consulta, pero por lo poco que pudo leer sobre su expediente dedujo que se encontraba ante el típico caso de una adolecente pendenciera que generaba alborotos innecesarios con tal de llamar la atención.
La joven adolecente evadía su mirada impávidamente. Por la mueca de su rostro supo que no estaba alegre. Tenía unos ojos oscuros vidriosos y una quijada muy bien desarrollada. El pelo lo tenía suelto hacia atrás y sus brazos los tenia cruzados sobre el pecho. Llevaban varios minutos dentro del consultorio privado que le habían asignado a la doctora Ingrata en el colegio sin decirse nada. La chica se mostraba testaruda y problemática al no querer responder ninguna de sus preguntas.
Juana le dio una nueva ojeada al informe escolar de la chica. Al parecer era una chica aplicada, sacaba buenas notas pero había comenzado a bajar su promedio a principios de junio, apenas había comenzado el segundo trimestre. Según sus compañeros era "agresiva", tenia conflictos con todo el mundo y los profesores también presentaban reclamos contra ella.
A medida que las agujas del reloj seguían marcando el paso de un nuevo minuto, la doctora Ingrata se planteó la idea de que esta "charla" no era más que una pérdida de tiempo. Guardó el expediente de la chica en su carpeta azul y sacó su libreta de apuntes. Algo tenía que sonsacarle a la pobre chica.
–Mía, quiero que sepas que el tiempo de la consulta está a punto de acabar. ¿No queres decir algo, aprovechar este espacio para sacar hacia afuera cualquier cosa que te este molestando? –expuso con un tono de voz amable, tratando de inspirarle confianza.
Mía no se inmutó. No apartó la vista del cuadro de arte que por treinta minutos estuvo mirando fijamente.
–Está bien, si no querés hablar podes irte. Mañana nos vemos de vuelta y espero que podamos hablar, que puedas decir en este espacio lo que quieras y sentirte bien. Porque eso es lo importante, ¿entendés?
Mía no la miró ni una sola vez, ni si quiera cuando se levantó de la silla y cerró la puerta de la oficina de un portazo excesivamente fuerte.
La doctora Ingrata anotó un par de observaciones más en su lista de apuntes, guardó sus cosas dentro de su maletín y abandonó el despacho. Tenía el presentimiento de que su nueva paciente, Mía Utierrez, iba a causarle un fuerte dolor de cabeza.
*****
Semanas, solo era cuestión de semanas para que comenzasen las vacaciones de invierno y no tuviese que ver más a Cristina y a su grupo de seguidores. Solo tenía soportar un par de días más, pocos días más...
Nunca antes me había escapado de la escuela. Era la primera vez que hacia algo así, y sin embargo, no me importaba. Para mí ya nada carecía de importancia, ni el colegio, ni mis padres, ni nadie. Solo pensaba en mí, en mi bienestar, en como poder complacerme. Así que, sin dar explicaciones a nadie, agarré mis cosas y dejé el instituto, ignorando las amenazas de los profesores y de mis compañeros. Por mi, todos podían irse al infierno.
Era un jueves helado. El invierno había llegado y la maldita campera del colegio no me abrigaba para nada del frio. Otra cosa que me sacaba de mis nervios...
Tomé el primer colectivo que me alejara lo más pronto posible del colegio. Ocupé un asiento libre junto a la ventana y me puse a ver la calle. La angustia que me consumía por dentro lastimaba mi alma. Me sentía muy triste y muy sola. En el colegio no era aceptada, en mi familia todo andaba mal, mi novio o mi ex novio (ya no se cómo clasificarlo) se había olvidado de mi. No tenía a nadie, era como un pequeño germen que repelía a todo el mundo. No me gustaba para nada.
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Búsqueda en el Infierno
AdventureLa profética Batalla Final entre los centauros y los filitcios ha comenzado y con ella la última dinastía sobrenatural. Luchando por la libertad y la supervivencia de su estirpe, las dos razas se enfrentan por última vez en un combate sangriento y d...