Epílogo Lo que Ocultan los Escombros

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El perro abandonado a la gracia del destino olisqueó el aire impregnado de humo y muerte y supo que lo mejor era abandonar aquel sitio lo antes posible. Troto por las calles empedradas de la aldea, evadiendo los cuerpos muertos y huyendo de los malos instintos que eran su guía por la vida. La noche se acercaba y con ella un frio mortífero. El perro tenía hambre pero sabía que en aquellas instancias, lo mejor seria esperar a que el sol diera luz a un nuevo día para dedicarse a buscar comida.

Decidió optar como refugio las ruinas de un impotente palacio destrozado, cuyas estructuras habían conocido mejores días.

El animal se metió debajo de una especie de cueva improvisada, formada involuntariamente por las ruinas de un palacio al desmoronarse, y se acurrucó en el fondo del recinto, esperando protegerse de la helada. No obstante, algo despertó su atención. A pocos metros de su posición, una luz parpadeante iluminaba por espaciosos segundos la demacrada estancia interior. El perro alzo su cuerpo y troto hacia la fuente de luz, lo cual fue un grave error.

Un objeto circular pequeño, parecido a una gema, cautivó los ojos del famélico animal. Su luz era nítida pero poderosa. Cuando el perro quiso acercarse a olfatear la brillante esmeralda, una especie de laser salió disparado del centro de la esfera y perforó la zona frontal del animal, quien cayó muerto en el acto.

Afuera, en el exterior, una tormenta dio inicio.

La gema se extinguió y la oscuridad de la noche fue total.


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