La noticia sobre la captura del Demonio de Fuego no tardó en ser una novedad en el universo de los centauros y mucho menos en llegar a oídos del Monarca de Guymena.
En la Aldea de Guymena solo había lugar para la alegría y los gritos de júbilo, pues el causante de tantas tragedias por fin había sido apresado y esta vez no dejarían que se escapase de nuevo. La multitud de centauros alegres, que vitoreaban la captura con euforia, dando alegres giros en torno a los guardias que trasladaban al prisionero, era inmensa. Estuvieron patrullando a su lado hasta que arribaron a los terrenos del palacio, donde tuvieron que detenerse.
El único que no se sentía a gusto con el festejo era el filitcio Federico Narváez Ris, quien no deseaba otra cosa que no fuera salvar a su familia y marcharse de allí.
"Falta poco, falta poco. Estaté con la cabeza fría, fría y en alto. Mientras menos afectado estés, mas fácil será sobrellevar esto. Vos...tranquilo".
Solía repetirse las mismas frases para sí mismo como si fuesen un machete estudiado para rendir un oral en el colegio. A veces lo beneficiaba, porque le hacía bajar los decibeles. Luchaba contra la ansiedad y el temor. Toda su vida lo había preparado para este momento, para éste gran salto final. No debía acobardarse. No era el momento.
Hizo oídos sordos ante los gritos de victoria. Bajó la cabeza y caminó haciendo lo posible por no mirar el desmayado cuerpo que colgaba por los costados del lomo del centauro. Pobre Pablo Torres, estaba involucrado injustamente dentro de este embrollo. Igual que su familia. Federico pensó que la vida no era justa.
Inmerso en sus pensamientos, Federico perdió la noción del tiempo y por poco sufre un desmayo cuando se planta ante él la enorme imagen del palacio que tantas veces se había imaginado. El Palacio de Guymena.
El universo centaurico consistía en la división de unas veinte aldeas en total. Cada aldea poseía su propio palacio, donde las leyes de dicho pueblo se elaboraban y se establecían. Entre los mejores aposentos reales se destacaban el Palacio de Guymena y el Palacio "Elliot III", aunque dados los recientes incidentes, éste último ya podía considerase como un futuro centro histórico que jamás volvería a tener uso.
Federico necesitó estirar el cuello para poder contemplar la inmensidad de aquel palacio. Jamás había visto algo tan impactante como aquel recinto, con su gigantesco laberinto de torres.
–Prepárate, estás a punto de conocer al Monarca. Muéstrate respetuoso y tal vez dará la orden de liberar a tu familia. Todo depende de tu actitud –le susurró el centauro que cargaba a Pablo Torres sin apartar la mirada del frente.
Federico asintió sin contestar. No quería dar a ver que se moría de miedo por dentro. Sin mencionar que se consideraba una basura. Se limitó a bajar la cabeza y seguir su camino junto al centauro de la Guardia del Palacio. Por si acaso, aferró con fuerza la empuñadura de su espada. Nunca estaba de más ser precavido ante cualquier posible amenaza.
La manada de centauros privigeys, que representaba las tropas del ejército de la aldea, subieron con pasos enérgicos las escaleras de mármol que daban acceso a la entrada del palacio real. Las puertas de bienvenida eran macizas y hechas de un oro solido y puro. Como por arte de magia, ástas se abrieron ante ellos teatralmente. Antes de entrar, los centauros privigeys se dieron vuelta, saludaron a los centauros que vitoreaban sus hazañas y alzaron ante ellos el inerte esqueleto humano del Demonio del Fuego. Todo el pueblo aulló de felicidad. Los centauros privigeys se sonrieron mutuamente y, sin decir nada, se introdujeron en el laberinto que los aguardaba en el interior del castillo real.
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Búsqueda en el Infierno
AventuraLa profética Batalla Final entre los centauros y los filitcios ha comenzado y con ella la última dinastía sobrenatural. Luchando por la libertad y la supervivencia de su estirpe, las dos razas se enfrentan por última vez en un combate sangriento y d...