Sueño #.10: La Guardiana de Lífstré.

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Había una vez, en el corazón del bosque encantado de Alfheim, donde el majestuoso Yggdrasil extendía sus ramas hacia el cielo, un día los elfos se reunieron para celebrar un ritual ancestral. Durante mucho tiempo se habían dedicado a construir un templo alrededor del árbol y ahora que finalmente estaba terminado, era el momento de nombrar a la guardiana que se vincularía con él para siempre.
La elegida entonces fue Ljósablóm, una joven elfa de ojos como esmeraldas y cabellos de cereza pastel como los frutos silvestres. Su corazón puro y su devoción por la naturaleza, en especial por Yggdrasil, la hacían la candidata perfecta para convertirse en la Sacerdotisa de este.
La ceremonia comenzó al atardecer, cuando la luz del sol se mezclaba con la sombra, creando un tapiz de colores en el cielo. Ljósablóm, vestida con túnicas de algodón esmeralda y adornada con joyas de hojas y flores, se acercó al árbol con pasos firmes pero reverentes.
Los elfos formaron un círculo alrededor del templo, entonando cánticos que resonaban con la magia del lugar. Ljósablóm extendió sus manos hacia el árbol, y en un acto de fe, pronunció los sagrados votos que sellarían su destino.
En ese instante, una luz brillante emanó del árbol, envolviendo a Ljósablóm en un abrazo luminoso. La conexión se estableció, y la Sacerdotisa sintió cómo el conocimiento ancestral del árbol fluía hacia ella, llenándola de una comprensión profunda de los misterios de la vida.
Desde aquel día, Ljósablóm se convirtió en la protectora de Yggdrasil. Su vínculo con él le otorgó poderes extraordinarios: podía hablar con las criaturas del bosque, sanar las heridas de la tierra y hacer florecer la vida donde antes solo había desolación.
Pero con gran poder viene una gran responsabilidad. Ljósablóm juró también, cuidar del árbol por siempre, defendiéndolo de aquellos que buscaran dañarlo. Su vida se entrelazó con la del árbol, y su destino se volvió uno con el de la naturaleza misma.
El enorme Yggdrasil prosperó bajo su cuidado, y el templo se convirtió en un lugar de peregrinación para todos aquellos que buscaban sabiduría y consuelo. Ljósablóm, la Sacerdotisa, se convirtió en una leyenda, un símbolo de la unión eterna entre los elfos y el mundo natural.
Y así, el bosque floreció, protegido por el amor y la dedicación de una elfa que encontró su propósito en la sombra del árbol más mágico de todos.

.Fin.

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