Sueño #.13: Las Naciones Élficas.

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En los días antiguos, cuando el mundo aún era joven y el reino de Alfheim brillaba bajo la luz eterna de las estrellas, los elfos vivían en armonía con la naturaleza. El gran árbol de Lífstré, cuyas raíces se entrelazaban con el corazón del mundo, era el centro de su existencia, y la guardiana de Lífstré, una elfa sabia y poderosa, velaba por el equilibrio de la vida. Con el paso del tiempo algunos elfos comenzaron a sentir una inquietud en sus corazones, un deseo de explorar más allá de los límites de su hogar dorado. Estos elfos, valientes y curiosos, se aventuraron en el vasto mundo, llevando consigo la magia y la gracia de su pueblo. Viajaron por montañas nevadas y atravesaron bosques oscuros, hasta que finalmente encontraron lugares que llamaron hogar. Allí, construyeron ciudades que reflejaban la belleza de Alfheim, pero con un toque propio, una mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Cuando la guardiana de Lífstré se enteró de estas nuevas moradas, decidió otorgarles un regalo divino. Con una ceremonia solemne, entregó a cada ciudad un fragmento de Lífstré, para que lo plantasen en sus tierras. Estos fragmentos crecieron, florecieron y se convirtieron en árboles majestuosos, llenando las ciudades con la bendición de la diosa. Con el tiempo, cada ciudad desarrolló su propia cultura, sus propias tradiciones y su propio vínculo con la magia del mundo. Se formaron diferentes naciones élficas, cada una con su identidad única, pero todas compartiendo el mismo origen y la misma luz que una vez irradió en Alfheim. Y así, los elfos de Alfheim extendieron su legado por el mundo, recordando siempre que, aunque estuvieran lejos, las raíces de Lífstré los mantenían unidos, como hermanos bajo la sombra protectora del gran árbol de la vida.

.Fin.

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