Cuentos de Alfheim.

Sueño #.14: Un Amor Invernal.

En las tierras etéreas de Alloittamist, donde los árboles cantaban y las estrellas danzaban al compás del viento protegiendo el bosquede Alfheim, vivía una dama elfa de cabellos negros como azabache. Su nombre era Rhyza, y su belleza era tan inmaculada como el corazón que latía en su pecho. A pesar de la armonía que reinaba en Alfheim, Rhyza se sentía atrapada en una vida que no había elegido. Los elfos, seres de gracia eterna, veían con desdén a los mortales, efímeros en su existencia. Pero Rhyza encontró el amor en los ojos de un humano, un joven guerrero llamado Kiyu, al cuál había encontrado en el bosque perdido y cuyo espíritu ardía con una pasión que desafiaba el tiempo. El amor entre Rhyza y Kiyu era un susurro de rebelión, una melodía que no podía ser silenciada. Juntos, decidieron escapar de las ataduras de sus mundos para forjar una vida en la libertad de un páramo gélido, un lugar donde solo el viento y las estrellas eran testigos de su unión. El amigo dragón de Kiyu, Aithusa, con escamas que reflejaban el azul del cielo al amanecer, les ofreció refugio en su morada, entre las montañas heladas. Allí, en el silencio de la tundra, Rhyza y Kiyu fueron bendecidos con dos hijos, gemelos que heredaron la gracia de su madre y la fortaleza de su padre. Los gemelos, Yumie y Kidhy, crecieron bajo el ala protectora de Aithusa, aprendiendo los secretos de los elfos y los humanos por igual. Con el tiempo, su sabiduría y compasión les llevaron a fundar Niflheim, una ciudad esculpida en hielo y piedra, un faro de esperanza que promovía la igualdad entre todas las razas. Niflheim se convirtió en un santuario, un lugar donde elfos y humanos podían vivir sin miedo al rechazo, donde el amor no conocía fronteras y la magia era un regalo compartido. Y así, la leyenda de Rhyza y Kiyu se tejió en el tapiz del tiempo, un recordatorio eterno de que el amor verdadero puede crear mundos donde antes solo había sueños.

.Fin.