Sueño #.26: La Princesa de Lífstré.

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Había una vez, en el reino de Alfheim, un hermoso jardín como ningún otro. Un día, el consejero real, paseaba junto al majestuoso árbol de Lífstré. Mientras caminaba, sus ojos se posaron en una flor gris que brillaba con una intensidad inusual. Intrigado, el consejero pidió a la Treviss que vigilara la flor, sintiendo que algo extraordinario estaba por suceder.
Poco tiempo después, la flor se abrió, revelando en su interior a una hermosa bebé. A pesar de su pequeño tamaño, su cabello era sumamente largo y de un color gris plateado, logrando envolver su cuerpo. Su piel era muy pálida, con venas negras muy visibles, y sus ojos eran rojos como la sangre. Ante esta escena, la sabia del reino decretó que el rey Cevril y la reina Runa debían cuidar a la niña como a una princesa, pues era hija del árbol de Lífstré.
El rey y la reina acogieron a la bebé con amor y la llamaron Mei Dilith, que significaba hija de la luna y el bosque. Sin embargo, a medida que Mei crecía, su apariencia comenzó a cambiar. Su cabello se volvió opaco, sus venas se asemejaron a las de los demás elfos, sus ojos se tornaron de un cálido color café, y sus orejas se volvieron puntiagudas como las de un elfo, ocultando todo rastro de diferencia.
Aunque Mei era diferente al principio, la familia real nunca hizo distinciones. La amaron y la cuidaron como a su propia hija, y ella se convirtió en una princesa tan querida y respetada como su hermana mayor, Celeny. Mei demostró ser valiente y sabia, y junto a su hermana, trabajó incansablemente por el bienestar del reino.
Las diferencias de Mei no importaban, pues el amor y la aceptación de su familia la habían convertido en una más. Así, el reino de los elfos prosperó bajo el cuidado de las dos princesas, quienes, con sus corazones llenos de amor y valentía, aseguraron que todos los habitantes vivieran en paz y armonía.

.Fin.

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