Cuentos de Alfheim.

Sueño #.11: Los Huoltajiar.

En el corazón del reino de Alfheim, se erguía el majestuoso Lífstré, un ser antiguo y sagrado que conectaba todas las formas de vida del reino. Un día, durante el solsticio de verano, Lífstré floreció como nunca antes, llenando el aire con un aroma dulce y mágico.
De estas flores brotaron criaturas únicas y hermosas, nombradas por los elfos como Huoltajiar. Cada Huoltajiar era una reencarnación de las almas de los difuntos, transformadas en guardianes del bosque. Estas criaturas tenían formas variadas: algunos parecían ciervos con cuernos dorados, otros eran aves con plumas iridiscentes, y algunos más eran felinos con ojos brillantes como estrellas.
Los Huoltajiar eran amables y sabios, y su propósito era proteger los bosques de Alfheim. Guiaban a los viajeros perdidos, cuidaban de las plantas y animales, y mantenían el equilibrio natural del reino. Los elfos de todas las naciones elficas, respetaban y veneraban a los Huoltajiar, sabiendo que eran los espíritus de sus seres queridos, regresados para velar por ellos.
Un día, una joven elfa llamada Streger se adentró en el bosque en busca de un Huoltajiar para pedir su ayuda, pues su aldea estaba siendo amenazada por una plaga que destruía las cosechas. Streger encontró a un Huoltajiar con la forma de un lobo plateado, cuyos ojos brillaban con una sabiduría ancestral.
El Huoltajiar escuchó la súplica de Streger y, con un aullido melodioso, convocó a otros Huoltajiar. Juntos, trabajaron para purificar la tierra y restaurar la salud de las plantas. La aldea de Streger fue salvada, y los elfos celebraron con gratitud y alegría.
Desde entonces, los Huoltajiar continuaron protegiendo los bosques de Alfheim y comenzaron a estrechar su vínculo con los elfos, recordando a todos que las almas de los difuntos siempre estarían presentes, cuidando y guiando a los vivos. Y así, el reino de Alfheim prosperó en armonía con la naturaleza y sus guardianes espirituales.

.Fin.