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Para ellos, mencionar su nombre es abrir una herida que nunca ha sanado.

Cuanto te extraño, Thomas...


Otro día en la prepa. Han pasado algunos días con la misma rutina: levantarme, desayunar rápidamente mientras mamá me mira con preocupación silenciosa, y papá, como siempre, no está en casa temprano porque se fue a "trabajar". Llego con mi hermana Raven, y aunque algunas cosas siguen igual, hay algo que ha mejorado: he estado hablando más con Niko.

No sé cómo empezó exactamente, pero Niko y yo hemos empezado a charlar más. Cada día, en los pasillos o durante las horas libres, parece que siempre encontramos una manera de encontrarnos.

Un día en el comedor, Niko se acercó a nuestra mesa. Mis amigos, siempre observadores, notaron enseguida su presencia. Él no dejaba de mirarme y sonreírme, y yo sentía cómo mi corazón latía más rápido cada vez que nuestros ojos se encontraban.

—¡Hey, Thessa! —saludó Niko, sentándose en un espacio vacío junto a mí. Mi estómago dio un vuelco al verlo tan cerca.

—Hola, Niko —respondí, intentando sonar tranquila aunque por dentro estaba nerviosa. Por qué me ponía tan nerviosa este chico...

—Parece que tienes un nuevo fan, Thessa —bromeó Blake, dándome un codazo. —Recuerda ponerte bloqueador solar, no queremos que te quemes tanto.

Todos rieron, y yo no pude evitar sonrojarme. —Cállate, Blake —dije, empujándolo juguetonamente.

—¿Y qué hay de nuevo, Niko? —preguntó Violett, con una sonrisa traviesa. —¿Vas a unirte a nuestro grupo?

Niko sonrió, mirando a Violett y luego volviendo a mí. —Solo quería pasar un rato con Thessa y conocer a sus amigos. Parecen tener un buen grupo aquí.

Amber, siempre la audaz, levantó una ceja. —¿Buen grupo? Más bien somos la banda más genial de la prepa, ¿no crees, Thessa?

—Totalmente —respondí, sonriendo.

Las bromas continuaron, y aunque mis amigos me molestaban, me sentía feliz de que Niko estuviera allí, compartiendo con nosotros. Durante las horas libres, Niko me esperaba en la salida de las clases y caminábamos juntos por el patio de la escuela. Hablábamos al principio de cosas triviales: música, películas, clases aburridas.

"Esto es tan raro", pensaba. "¿Desde cuándo me pongo nerviosa por un chico? ¿Y qué ve Niko en mí?". Mi mente volaba mientras trataba de concentrarme en lo que él decía. Luego, sin querer, soltaba alguna tontería y él se reía, y de repente todo parecía fácil.

—¿Entonces, qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —me preguntó un día, mientras nos sentábamos en un banco bajo la sombra de un árbol.

—No sé, cosas normales supongo —respondí, encogiéndome de hombros. —Salir con mis amigos, escuchar música, estudiar ... ¿y tu?

—Me gusta dibujar —dijo Niko, sorprendiendo con su respuesta. —A veces me siento en el parque y solo... dibujo lo que veo. Me ayuda a relajarme.

—Eso suena increíble —dije sinceramente. —Yo solía dibujar cuando era más joven, pero lo dejé. Quizás debería retomarlo.

Niko sonrió. —Deberías. Me encantaría ver lo que dibujas.

Las conversaciones con Niko se volvieron más profundas con el tiempo. Le conté sobre mis problemas en casa, sobre cómo mi papá siempre estaba "trabajando" y cómo mi mamá parecía estar cada vez más distante. Le hablé de la decepción y el vacío que sentía, aunque trataba de no mostrarlo.

Justo a tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora