11

35 11 0
                                    

Quizás si hay... ¿Una salida?

Conversación improvisada

".... Thessa. Solo quiero que sepas que no estás sola, y que siempre hay esperanza, existe una solución, un camino, Una salida..."

Después de zafarnos de esa fiesta que se había vuelto una auténtica pesadilla, llegamos a la casa de Violett. La noche era un manto de silencio, solo roto por nuestros pasos apurados en la calle. Al entrar, el aroma a velas y perfume barato nos envolvió y subimos las escaleras con rapidez a la habitación de Violett.

 —¿Agua? ¿Vodka? —preguntó Violett, alzando una ceja con una media sonrisa.

—Agua, por ahora —dije, dejándome caer en su cama. 

Con la voz hecha un nudo, empecé a contarles todo lo que había pasado. Cada palabra era como una puñalada en mi corazón, reviviendo el dolor y la traición. Los ojos de Violett se agrandaron con cada detalle, y al final, me abrazó con fuerza. Las lágrimas seguían brotando sin control.

—Lo siento tanto, Thessa— murmuró, su voz apenas un susurro. Estaba claro que no sabía qué decir, pero su abrazo decía más que cualquier palabra.

La noche transcurrió entre sollozos y momentos de silencio abrumador. Mi mente seguía atormentada por las imágenes que había presenciado en la fiesta.

Mientras tanto, mi hermana decidió llamar a Gastón para que la recogiera, le dije que era tarde y debía de irse para que no tuviera problemas con nuestros padres. Se despidió de nosotras rápidamente y salió hacia el encuentro con él.

Finalmente, Violett y yo nos acostamos, intentando encontrar algo de paz en el sueño, aunque sabíamos que las emociones seguían agitando nuestras mentes.

******

En plena madrugada, el silencio de la casa de Violett era interrumpido solo por el suave sonido del viento contra las ventanas. Me desperté sintiendo una sequedad en la garganta, así que decidí ir a la cocina por un vaso de agua.

La luz tenue de la lámpara sobre la mesa apenas iluminaba la habitación cuando me topé con Evan, el hermano mayor de Violett, absorto en un libro a las 4 a.m. Fruncí el ceño al verlo tan concentrado en medio de la noche.

—¿Evan? —dije, sorprendida, mientras me acercaba.

Él levantó la vista y me saludó con una sonrisa tranquila.

—Hola, Thessa. ¿No podías dormir?

—No, necesitaba agua —respondí, y me dirigí hacia el fregadero.

A Evan lo había visto varias veces antes. Violett me había contado su historia: tenía 19 años y desde los 17 se había hecho cargo de su hermana después de que su madre muriera y su padre los abandonara por irse con otra mujer. Evan comenzó a ir a esos lugares donde la gente cree en Dios y esas cosas... ¿cómo se llaman? Ah, sí, iglesias. Siempre me ha parecido un chico diferente, muy diferente para mi gusto.

Mientras llenaba el vaso de agua, Evan me observaba con una mirada comprensiva.

—¿Cómo te sientes? —preguntó suavemente.

—Bien —dije, encogiéndome de hombros mientras tomaba un sorbo de agua.

—Puedo ver en tu rostro que no lo estás —dijo, inclinándose un poco hacia adelante. —¿Qué pasa? Puedes desahogarte conmigo. Tal vez no tratemos mucho, pero te entenderé, y aquí estoy.

Sentí un nudo en mi garganta, y las ganas de gritar y llorar comenzaron a abrumarme nuevamente. Evan me invitó a sentarme a su lado. Dudé por un momento, pero su presencia calmada y su genuino interés me hicieron aceptar.

Justo a tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora