Capítulo 8: Viejo amargado

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Taehyung no lo observa cuando se cruzan en el pasillo por primera vez. Tampoco cuando se ven por segunda vez en el buffet de la universidad. Y, a la hora del entrenamiento, recibe una corta mirada y después lo ve seguir sus instrucciones al pie de la letra, sin esbozar pucheros al gritarle que debe repetir movimientos, o cuando le exige algunos minutos de trote.

No hay nada más que esa mirada cansada y ansiosa, al borde del llanto y temerosa de eso.

Y le molesta.

Le molesta ver esa expresión de tristeza.

—¡Hazlo nuevamente! —masculla Jungkook.

Taehyung lo hace de nuevo y es perfecto su movimiento.

—¡De nuevo!

No recibe esa mirada de, prácticamente, odio. Tampoco un lamento dramático. Ni siquiera se deja caer al suelo.

Nada.

Absolutamente nada.

«Un miserable que celebra sus puntajes mediocres», esas son las palabras del padre de una persona que tiene el talento suficiente para entrar a una universidad de élite por vías de becas deportivas. Ese es el trato que recibe Taehyung. Y en ese momento lo entiende. Entiende por qué el chico no celebra sus victorias. Entiende por qué jamás lo ve perder el control. Entiende por qué lo ve aguantar la respiración y empuñar sus manos cada vez que hace algo correcto.

Jamás le han dicho que hace las cosas bien.

No sabe lo que está bien o mal con él.

Para él, es un mísero mediocre.

Siempre le hicieron pensar que es un mediocre.

Así que, como su talento, aparte del tenis, es tocar las pelotas, lo hace con Taehyung hasta hacerlo perder los cabales y enseñarle que no perderá nada si deja de ser el hijo correcto para su mierda se padre. Si deja de aguantar la respiración. Que no es de mediocre reclamar o celebrar algún mérito propio.

—¡Mi abuela muerta se mueve más rápido que tú, Taehyung! —masculla Jungkook.

Consigue una mirada de desagrado.

Veinte minutos después vuelve a gritarle para conseguir otra reacción:

—¡¿Con esa puntería piensas tener hijos?! ¡Llevas millones de años en el tenis, demuéstralo!

Y, después de conseguir la reacción que quiere, vuelve a exclamar cuando lo ve sacar mal por la ira que parece recorrer su cuerpo:

—¡¿Eres diestro, o un mediocre?!

Y sabe que lo logra cuando Taehyung suelta la raqueta, para caminar con rapidez hasta su lugar. Se prepara para un golpe, pero lo único que consigue es un furioso agarre de su camiseta y después su oscura voz mascullar:

—¡No soy un puto mediocre! —agita con fuerza a Jungkook— ¡No lo soy!

El pelinegro mantiene su expresión serena mientras ve a Taehyung derrumbarse, repitiendo las mismas palabras que perturban su tranquilidad todos los días que toca una raqueta.

—¡No soy un perdedor! ¡No soy un fracaso! ¡No soy un mediocre! ¡Maldito imbécil! ¡Resentido de mierda!

El chico continúa llorando mientras su agarre en la camiseta de Jungkook va cediendo. Cae de trasero al suelo mientras grita de la frustración que siente. De lo mal que se siente consigo mismo. De lo mediocre que siempre su padre lo ha hecho sentir por no cumplir sus expectativas del hijo perfecto.

Match point | JJK & KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora