LA ECUACIÓN DEL DESTINO (#1 SERIE DESTINO) (TERMINADA)

🌈 CAPÍTULO 23 🌈

NÍA

– ¿Qué le dice una pulga a otra?

– ¡Un chiste más, y me tiro por el acantilado! – aseguro, histérica.

– Venga, Zanahoria, ¿qué le dice? - insiste.

– ¿No hay más personas a las que te puedas pegar para molestar, Jones? - lloriqueo, harta - ¡Pareces una lapa!

– ¡¿Qué le dice?! - insiste entre risas.

– ¡No lo sé!

– ¿Vamos a pie o nos subimos al perro?

Se troncha de risa mientras que yo intento mantener la calma a toda consta. He venido todo el viaje en el autobús escuchando sus chistes y sus tonterías. No he conseguido alejarme de él y se ha sentado conmigo las dos horas de trayecto. En el almuerzo, también lo he tenido al lado, aunque ha estado pendiente del resto del grupo.

Y ahora, caminando e inspeccionando la zona rural donde nos estamos alojando, sigue pegado a mi, intentando, según él, conquistarme con chistes.

En el fondo, me encanta que haga esto, pero no puedo reconocerlo en voz alta. Lo único que le muestro es que me produce el efecto contrario para ver si deja de hacerlo.

Que sea así me tambalea los pensamientos y me hace querer estar con él de una forma muy diferente a la amistad que estoy consiguiendo mantener.

– No hace gracia, Bruce – lo miro con cara de pocos amigos.

– ¿Y qué le dice un semáforo a otro?

– No aguanto uno más – me paro abruptamente, dejando que nuestros amigos vayan más por delante - ¡Para ya o no te hablaré jamás en mi vida!

– No me mires, que me estoy cambiando – se autorresponde.

Vuelve a soltar una carcajada cuando meto la cabeza entre mis manos. Estoy amortiguando mi risa, pero no me puede ver o estaré perdida. Si con esta reacción me cuenta infinitos chistes, no me quiero imaginar si le sigo el juego y le río las gracias.

– Ya paro, lo juro. Es que a veces me dan cuerda – se ríe suavemente y me pasa el brazo por los hombros para continuar la marcha.

– Pues enrolla la cuerda de una vez – finjo una sonrisa.

– Venga ya. Sé que te gusta – me da un empujón en la cadera – Solo que no estás preparada para admitirlo. En el autobús te has reído dos veces y ahora otra.

– En absoluto – miento. Sí que me ha visto, joder – Si me río, es de ti.

– Me basta con eso – me da un beso en la sien y me da un vuelco el corazón.

Paseamos un rato en silencio, tan solo escuchando las voces de los demás a lo lejos y algunos sonidos que emite la naturaleza, como el crujir de las hojas a nuestro paso y los pájaros que sobrevuelan nuestras cabezas.

– Bruce – lo miro. Me mira con la expresión relajada - ¿Puedo preguntarte algo?

– Pensaba que eramos amigos. ¿Acaso no pueden hacer preguntas los amigos?

– Sí – asiento – Pero es sobre... tu pasado.

– ¿Qué quieres saber?

– Cómo ha sido tu vida estos años.

Intenta disimular con buena cara, pero noto como el brazo a mi alrededor se tensa. No ha debido ser fácil debido al motivo por el que se fueron del país, pero tampoco tengo ni idea de hasta donde han podido llegar para sobrevivir.