EXTRA.

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Maddy

El desagrado y la repulsión son nada para mí. Crecí viendo a mi papá cortar cabezas, degollar gargantas y sacar tripas. Y aunque no recuerdo mucho lo que sucedió años atrás con mamá, duele cómo si lo recordara.

"Ratas" eso son, o eran, porque muchos de ellos murieron.

Tomo el maletín que me encajo en el brazo, ha pasado un año de la muerte de Malik Ivanov y hasta el sol de hoy, la Bratva sigue celebrándolo.

Tomo la escalera, las domésticas que pasan por mi lado agachan la cabeza cada que me ven y tomo la curva que me lleva a la puerta donde yace mi mascota.

La saco del cristal donde permanece y la enrollo en mi brazo en tanto busca de mí acercándose a mi mejilla.

La oscuridad se toma el helaje que se siente cuando busco el sótano, dejando que las puertas de metal me reciban.

El llavero lo mantengo en la mano y ubico la llave que abre el lugar oscuro y tétrico pasando el umbral de rejas deterioradas. El olor putrefacto impacta mi nariz mientras camino con Krosh enganchada a mí.

Enciendo la luz que deja ver lo qué hay alrededor y sólo deja en claro que no hay castigo peor que meterte con un Jeon.

Suelto la serpiente en el piso abriendo el maletín que llevo en mi brazo. Los seres que yacen en el piso retroceden ante el animal que se les acerca y las ratas que se pasean chillan porque hasta de nuestra sombra temen.

Visualizo a la única persona del clan Stailenko que se mantiene con llagas en el cuerpo, mordeduras, quemaduras y con el metal incrustado en la cabeza que hace que mantenga los ojos semi cerrados. La sangre seca le corre por las extremidades del cuerpo y a duras penas puede balbucear.

—Mátame... —suplica— hazlo ya...

Me río ladeando la cabeza.

—Amanecimos chistosos hoy.

Tiene los dedos mutilados, hay partes del cuerpo donde le sobresalen los huesos destilando el líquido verdoso putrefacto y parece todo menos un ser humano.

Me coloco los guantes y el tapabocas tomando la cápsula llena de líquido amarillo en mis manos, en tanto me acerco al hombre que se arrastra en el piso negando.

Me acerco a tomarle el rostro, no tiene pestañas y la carne de una mejilla está desgarrada, le abro la boca haciendo que se trague lo que llevo en la mano y trata de escupir pero no lo dejo.

Con el martillo que tomo comienza a gritar pidiendo ayuda y detallo los clavos de doce centímetros en el cajetín tomando uno el cual ubico en la pierna que anclaré al piso.

—¡Por favor! —súplica botando saliva— ya mátame.

—Creo que todavía te quedan muchos años de vida —le digo clavando de un sólo el clavo que hace que grite despavorido— morirás cuando yo lo decida.

Con el encendedor sello el orificio donde clavé quemando la piel, y es que está tan delgado que la pierna se ve como un brazo.

Las ratas se me pasean por los pies y una vez terminada la tarea me quito los guantes que echo a la basura aplicándome alcohol en las manos.

Tomo la serpiente del piso y los alaridos de los demás reflejan el sufrimiento que padecen aquí abajo. Muchos de ellos, personas que fallaron a papá quién deja en claro que es mejor matarse a sí mismo antes que caer en sus manos.

Sigo el trayecto hasta el pasillo donde tomo las escaleras que llevan a la salida y respiro el aire fresco una vez arriba.

Dejo a la serpiente en la habitación donde se mantiene y cierro el cristal con el candado que ajusto.

Me despojo lanzando lo que llevo al cesto de basura y me baño en la habitación de papá dejando que el agua se lleve la inmundicia humana.

Salgo colocándome ropa de mamá qué hay en el closet y en el tocador vislumbro la foto de ambas que tiene en un portarretrato.

Sin duda Rose Williams es la mejor madre del mundo y siempre lo demostró por cómo nunca desfalleció cuando nos mantuvieron en cautiverio.

Es una buena mujer, si yo fuera papá también me habría enamorado de ella, ahora entiendo porque la cuida como lo hace.

Lastima que yo no sea como ella.

Acaricio con el pulgar su rostro sonriente y dejo la foto tomando mis cosas en busca del auto que me espera afuera.

—No quiero que nadie me siga —ordeno a los verdugos y escoltas.

—Pero...

Lo aniquilo con la mirada.

—Como ordene señora Maddy.

En el estéreo suena Wonderwall y quito el descapotable colocándome los lentes dejando que la brisa del verano me airee el cabello.

Hago varias paradas en busca de las cosas que necesito para la cena de esta noche y aparco el auto en la casa secreta donde bajo tomando el control que abre el portón. Desde el retrovisor me aseguro que nadie me siga y tomo camino a la puerta.

Me cambio de ropa yéndome a la cocina preparando los canelones rellenos guiándome por la receta de mamá.

Bajo vino del bar, y ubico las dos copas que coloco en la mesa. Regreso a la cocina tomando la paleta con la que muevo la salsa probándola y viendo que quedó en el punto perfecto.

Armo los canelones que meto en el horno y desde las pantallas que tengo en la cocina deslizo las cámaras que me dejan ver que no hay nadie sospechoso alrededor.

Me voy al closet tomando el vestido azul que dejo sobre la cama yéndome a la ducha en la que me exfolio la piel, depilo, e hidrato mi cabello.

En el reloj puesto en la mesa de la habitación detallo la hora y me apresuro a terminar de arreglarme. Entro en el vestido que se ciñe a mi cuerpo y ubico los tacones que ajusto a mis pies.

Me armo una coleta que no deja una hebra suelta en mi rostro, maquillaje sutil y splashs de perfume finalizando con los accesorios con los que complemento.

Me voy a la cocina sacando del horno la bandeja que coloco sobre la mesa y retrocedo viendo lo bien que luce todo.

Tomo el teléfono viendo el mensaje que me acelera el corazón y desde la terraza observo el auto negro que se acerca.

Me aliso el vestido respirando hondo tapándome con la manga el tatuaje de la Bratva que me recuerda que merezco la muerte o algo peor.

El timbre suena y me quedo unos segundos de pie en la puerta con la mano en la manilla.

Abro lentamente la puerta que me deja ver a la persona del otro lado.

Traje negro.

Café.

Él.

—Te extrañé, Kroshka.

—Te extrañé, Kroshka

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PELIGROSA ADICCIÓN | Jeon Jungkook +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora