Capítulo XXV

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“Señor, da fuerza a mi enemigo y haz que viva mucho, para que sea testigo de mi triunfo”.

—Napoleón Bonaparte.

Asteria Magno
4 años atrás.
Lágrimas bañadas con sangre.
En algún lugar del océano glaciar ártico.

    —¡¿Quién es el padre del bebé?! — Grita Ikram con la cadena en su mano. La sorpresa me invadió como un huracán, la confusión se apoderó de mí como una sensación de desorientación, falta de claridad y dificultad para entender lo que sucede. Es como si mi mente estuviera llena de preguntas sin respuestas claras.

«No respondo». Aunque sé que es un hijo de perra, el padre de mi bebé y me traicionó, me vendió, y que me engaño, me siento feliz por saber que no estuve sola. ¡Había alguien conmigo! No lo sabía, pero estaba ahí conmigo, no me dejo sola. Además, si Blaz Busbiloky hace parte de la mafia Rusa lo van a encontrar con facilidad y lo van a someter al raspyatiye iz slonovoy kosti por tocar a la mujer del Boss.

Me duele el cadenazo que me manda a la espalda, mi lengua sangra de lo fuerte que la estoy mordiendo haciendo que el fluido carmesí y con sabor metálico inunde mi boca, mis uñas se entierran en las palmas de mis manos clavándose con tenacidad y haciendo que mi piel se perfore. No hablo, no muevo mis labios para hablar, por qué no puedo y no voy a decir quién es el padre de mi hijo o hija.

Pensar en que voy a ser madre me llena de felicidad porque la persona que está dentro de mí no me puede dejar depende de mí. Por eso debo salir de aquí, debo dejar este pozo lleno de mierda para ir a ver el mundo con mi hijo.

   —¡¿Quién es el padre del bebé?! — La furia lo está cocinando y que yo no responda hace que piense que estoy llena de insolencia y no me importa un pepino su pregunta. Me da dos cadenazos que hacen que mi piel se abra. Muevo mis manos tratando de liberarme de los grilletes, el dolor es abrumador y sentir la sangre descender de mi espalda me llena de un sentimiento de asco. El olor se filtra por mi nariz como una sustancia narcótica, me depura la cabeza con el olor metálico.

No respondo. No les voy a dar el gusto de matarlo a ellos cuando vivo por vengarme. Yo misma le voy a rajar el pescuezo y lo voy a ahorcar con sus propios intestinos.

   —¡¿Quién es el padre del bebé?! — Vuelve a gritar, esta vez no se detiene y me golpea la espalda con tanta fuerza que solo puedo gritar ante cada golpe —. ¡Dímelo! O no me detendré hasta que me digas el repugnante nombre de quien jodió a mi mujer. ¡Dime su maldito nombre!

No gesticulo las palabras y me atragantó con la sangre que sale desde mi lengua y mejillas. Pegó mi cabeza a la pared, no había notado que cerca a la cocina había unas protuberancias que sirven para poder cadenas y grilletes. En la bodega con comida hay muchas cadenas, había cajas con material de tortura.

   —Dime…— Cadenazo—… Su… — Cadenazo—… Maldito…— Cadenazo —... nombre…

Respiro cogiendo aire para tratar de respirar y luchar contra el dolor. No me rindo soportando los cadenazos que me da. La sangre baja por mi espalda como si me estuviera bañando en esta ya no se desliza con cuidado, la cantidad es atroz y tal vez me desangre y si no se detiene el flujo que hay. El sonido es como un chirrido repentino que va a grandes velocidades por el aire. El metal suena al impactar contra mi espalda ese sonido agudo y estridente como si dos superficies se estuvieran rozando con fuerza, potencia, haciendo que se produzca un sonido escalofriante. Este sonido es desagradable y penetrante.

    —Basta —. Murmura la loca de Izkra. Su hermano no deja de golpearme. Está dejando cadenazo tras cadenazo en mi espalda. Cierro los ojos En el silencio de la noche, mi llanto resuena como una melodía triste y desgarradora. Mis lágrimas, como perlas saladas, surcando mi rostro y reflejando el dolor profundo que habitaba en mi alma.

La diosa del inframundo Où les histoires vivent. Découvrez maintenant