Capítulo XVI

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“La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido”.

—Friedrich Nietzsche.

Yacov Belov.
1 año y tres meses atrás.
Rostov del Don, Rusia.
Luminarias

Es demasiado oscuro a esta hora de la mañana, pero me han prometido que tendríamos 8 nuevos soldados en esta base la mayoría son cadetes, solo hay uno que ingresa desde cero a esta central, me siento intrigado por ver quienes son los nuevos. El placer es algo que muy pocas veces se respira en el aire y ahora siento una gran cantidad de placer, me encantaría presentarme ante los nuevos soldados. Llevo mi cabello atado en una coleta de caballo y con dos trenzas que simulan ser dos flequillos me gustan las trenzas.

Espero ansioso solo uno va a ir a mi tropa, pero quiero ver a los nuevos. Tengo preparado todo para ellos, sus asignaciones, desde sus planes de entrenamiento hasta sus suministros en sus habitaciones, todo es realmente encantador, observar este lugar veo llegar a soldados de alto rango, me concentro en ver a Menester quién está cerca de Sergey.

   — Eres demasiado estúpido tal vez las trenzas no te dejen pensar bien, es imposible que alguien llegue a esta hora, los nuevos nunca llega temprano y mucho más si no pertenecen al grupo de operaciones especiales, estaré en el trote diario si me necesitas —. Habla Sergey marchándose. Menester se queda a mi lado me pasa una iPad.

Observo el contenido mientras tomo el lápiz digital y observo el documento.

   —¿Esto es malo? — Pregunto a Menester.

   — Tiene a otro. Ya van 8. No sabemos cómo pararlos están dispuestos a acabar con la mayor cantidad de soldados de las FMSE como sean posible. Todo el mundo criminal quiere llevar a la gran mesa cabezas de militares de las FMSE. Es una jodida mierda ya de por sí pasamos más horas en el castillo que en nuestras vidas. Si siguen así van a terminar prohibiendo nos sale fuera del comando —. Menester tiene razón, nos están cazando como corderos. Los nórdicos nos están atrapando como conejos.

Eso me incomoda, odio el hecho de que todo el mundo quiere arrancarnos la cabeza y lo que no me agrada para nada es saber que si me la arrancan nadie irá a mi funeral. Después de media hora me fijo en que nadie vendrá tan temprano, no hay coches nuevos, ni caras nuevas; debo terminar el trote diario así que dejó a un lado mi camiseta de pila. Corro hasta mi lugar asignado cada soldado tiene un lugar en el trote diario y solo puedes faltar si estás en misiones o por casos excepcionales.

Aquí nadie se puede mantener débil por qué se vuelven presas fáciles, es un ciclo interminable entre presas y depredadores. Un ciclo sin fin donde luchamos guerras que no empezamos y finalizamos conflictos que nos destruyen.

Todo es bueno en la central y casi no salgo de esta. Me fastidia ir y volver cuando está tan lejos de la central. Entiendo que muchos soldados vayan frecuentemente a la ciudad por qué tienen vidas para mi mala suerte o para mi buena suerte, yo no tengo una vida fuera de la milicia. Troto durante al menos una hora y media, después voy al gimnasio, hago levantamiento de pesas, entreno un poco de krav manga y me entretengo hasta que voy a almorzar. Mi cabello está despeinado, así que suelto la cola de caballo y camino hacia la parte delantera del salón de alimentos. Más tarde lo volveré a atar y suavizar.

   — Hasta que por fin veo a una mujer, llevo unas horas y no he visto a ni una, ¡dios míos santo, hay muchísima testosterona! Aquí… ¿Regalan batidos de andrógenos en esta cafetería? — Hay una mujer atrás de mí. Esto parece más un restaurante de lujo que una cafetería. Hay candelabros y vitrales, además estamos en las profundidades de un castillo. Los asientos son de cristal y las mesas también. Me detengo a su lado, ella choca contra mi espalda —. Sí que eres grande, eres la mujer con más músculos en la espalda que haya podido ver.

La diosa del inframundo Où les histoires vivent. Découvrez maintenant