Capítulo XXXIX

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“La verdadera fuerza no está en los músculos, sino en el espíritu”.

Yamamoto Tsunetomo.

Nori Akanishi.
Un año dos meses atrás.
Intangible.
Volgogrado, Rusia.

Camino por la plaza roja de Volgogrado. Es la primera vez que dejó Japón mis pasos son sutiles a mi lado va Lody. Ella se mueve detrás de mí como mi guardaespaldas atenta al peligro buscando cualquier ángulo desde el cual me pueda atacar. Zinov quiere que me manden de nuevo al infierno, por ello me eligió para ver al vor y su esclava. La plaza roja es maravillosa. Los turistas posan frente a las estatuas emblemáticas.

Demasiada gente habla y no es en miles de idiomas solo en uno o dos rusos o inglés. La Plaza Roja es un punto de encuentro central. Izkra le ha dicho a mi madre que aquí se llevaría acabó el intercambio de Fermio llevo un maletín con al rededor de 20 millones de dólares para el intercambio. Todo es en efectivo, ya que este no deja rastros es inrastreable.

Pase por el río Volga un espectacular río donde más turistas paseaban. Tome un tranvía. Eso me gustó, los de Japón están demasiado llenos; no me encantan precisamente las multitudes.

La plaza es amplia, abierta con espacios pavimentados y áreas verdes bien cuidadas. En el centro de la plaza, hay monumentos conmemorativos y estatuas, muchas de estas están dedicadas a la historia de la ciudad y sus héroes de guerra.

   — El zar de la Bratva ha confirmado su llegada tardía —. Me habla Lody.

   —¿Cuánto tiempo? — Odio la impuntualidad.

   —20 minutos señorita —. Los edificios circundantes muestran una mezcla de arquitectura soviética clásica y moderna. Este lugar es bastante bonito no me voy a dejar de sorprender por la arquitectura del planeta jamás.

Paso por el Museo Panorama de la Batalla de Stalingrado y El Memorial de Mamayev Kurgan.

   — Dile al Zar que nos veremos ahí —. Señalo un café cercano. Mis pasos no se escuchan mis brazos no se mueven al caminar. Me pierdo en las personas soy invisible nadie nota mi presencia. Leo el letrero de la entrada Kofeynya 1928.

   — Ha aceptado el cambio de punto de encuentro —. El café tiene un ambiente acogedor y relajado, con una decoración que mezcla elementos modernos y vintage.

Las paredes están adornadas con fotografías históricas y arte local, creando una atmósfera acogedora. Tomo un lugar cerca a la ventana para poder observar. Lody se marcha a la segunda planta me quedo con el maletín en mis manos no lo he dejado de sostener desde que me baje del jet.

La carta cae sobre la mesa con un ligero toque de gracia y suavidad. El ruido es leve, pero me eriza la piel el olor es exquisito. Me muevo para tomar la carta veo su mano dedos grandes uñas perfectas levanto la cabeza hay un hormigueo que recorre mi cuerpo con desespero.

«Jamás me había sentido así». Sus ojos parecen dos espejos plateados. Su mirada es profunda y misteriosa solo he visto una mirada tan diáfana en los Kami japonés. Entidades espirituales que guardan secretos en bosques y ríos. Esos ojos contienen poder esa mirada penetra mi alma y me hace sentir expuesta.

«Como si conociera mi verdad».

Mis manos hormiguean, una sensación de calor me atraviesa. Su melena dorada está decorando su cabeza con precisión y cuidado, luce como la nobleza de los guerreros samurái, Cada mechón parece haber sido esculpido por los mismos artesanos que tallaron las antiguas estatuas de los templos japoneses, tiene un brillo casi divino. El hombre luce omnipotente. Luce fuera de lugar. Él debería estar en el Olimpo gobernando como el dios que es.

La diosa del inframundo Où les histoires vivent. Découvrez maintenant