CAPÍTULO 15

136 61 17
                                    

"No me tientes que si nos tentamos no nos podremos olvidar"

Mario Benedetti.

Calypso


Una pasión incontrolable.

Nos separamos levemente. Baja con sus ojos sobre mis labios y cuando me mira a los ojos, las ganas de besarlo de nuevo me entran y lo hago sin temor y con unas ganas que no sabía que tenía de él.

—Eso querías ¿Verdad? —murmuro sobre sus labios— siempre has querido esto. Tenerme así, débil y vulnerable frente a ti.

—No, no eres débil. A mi ojos nunca lo has sido —me sostiene la cara para que lo vea a los ojos—. Eres la mujer más fuerte que he conocido en mi vida Calypso.

—No necesitas inventarme mentiras o palabras bonitas para que te aprecie. Porque esto no va a suceder nunca.

Lo beso. No puedo parar de besarlo. Me mira y se ríe. Puede que mis palabras no reflejan mis actos, pero las siento cuando las digo. No debo apreciarlo, no debe importar para mí. No quiero que me importe.

—Eso dices, pero tus besos y tus ojos me dicen otra cosa muy distinta. —sus ojos detallan cada rincón de mi rostro.

Lo empujo alejándolo de mi. Estar en sus brazos no me ayuda mucho a contradecir sus palabras.

Recojo mi cartera al suelo y la dejo sobre la mesa una vez avanzo para servirme un vaso de agua.

—Si quieres un café te lo preparo. Agua no creo que sea lo que necesites ahora. —hay una pizca de burla en sus palabras.

—No, gracias —dejo el vaso en su lugar—. No he venido aquí para tomar té o café contigo y creo que tú tampoco al citarme aquí era para eso, ¿No es así? —dejo las manos sobre mis caderas, elevando las cejas.

No me contesta pero su silencio me basta.

—Vamos. Dime la verdad, ¿A qué vine? —hablo más seria.

—Tienes razón. No te cité aquí para esto.

—Entonces, ¿Para que estoy aquí? —me hago la tonta.

Sé lo que quiere, porque es también lo que yo quiero. No somos críos. Quiero que me folle y no voy a irme de aquí sin que lo haga.

—Creo que tú sabes muy bien porque. —Lykos Lancier habla nervioso, nunca lo hubiera creído.

—¿Ya te ganó la cobardía? —me le burlo—¿O te pongo nervioso?

No lo niega, el mismísimo señor Lancier, el gran empresario está nervioso. ¡Qué bárbaro!

Me río en su cara.

—¿Esto es? —me acerco más a él con pasos firmes dejando su espalda contra la pared cuando me pego a su cuerpo— ¿Te pongo nervioso, Lykos?

Sigue sin contestarme, pero sus ojos no se apartan de los míos.

—¿No que muy hombre? —no me control y suelto una carcajada.

Error muy grave, porque parece que mi burla encendió algo en él y por primera vez. Veo en su mirada una ráfaga de sentimientos.

Me atrae a su rostro con brusquedad. Mi sonrisa se borra. Sostiene mi nuca con los dientes apretados, pero no me besa, no me habla, solo me mira con sus ojos negros llenos de sentimientos que me dan miedo descifrar. De repente, mi corazón empieza a latir más fuerte y no entiendo porque.

—No sabes cuánto deseo recogerte el cuerpo entero con mi boca. Marcar cada rincón de tu delicada piel morena con mis labios hasta dejarla más mojada de lo que están tus bragas justo ahora —sustituye su agarre por caricias suaves sobre mi cuello— dejarte más linda de lo que ya estás luego de hacerte experimentar el mejor orgasmo de tu vida con tan solo mi lengua y mis besos. —trago saliva.

LA RULETA NEGRA [+21] (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora