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A la mañana siguiente, fui corriendo al WT Building. Tenía que hablar con Will, urgentemente. Una cosa es que pudiera tener gente que se encargara de presionar a morosos y demás deudores, pero lo que había pasado el día anterior, fuese lo que fuese, no podía permitirlo. No podía continuar trabajando con él sabiendo que era capaz de cosas así. Mi padre, cuando compró el periódico y leyó los titulares, se alegró de que gente así estuviese detenida, o incluso muerta. Pero de lo que no tenía ni idea era que, la misma persona que se había sentado a comer a su mesa y que había resuelto todos sus problemas económicos, estaba involucrada en aquello. Y así continuaría, sin saber nada, porque firmé ese contrato y le juré a Will que jamás contaría nada a nadie, fuera quien fuera.

Recuerdo que, al entrar y cruzar la recepción, Charity me saludó y, sé que quiso decirme algo, pero jamás le dejé hacerlo. Simplemente le devolví el saludo mientras que me dirigí directo al ascensor, tenía que verle a él primero. Esta vez, el ascenso se me hizo eterno, porque sabía qué quería decirle, lo que no sabía era cómo. De modo que estaba deseando que se abrieran las puertas para soltarlo cuanto antes, pero, en el momento en el que lo hicieron, me acojoné.

Fui directo a la puerta, la abrí y vi a Will ahí sentado, escribiendo sobre unos papeles. Avancé hasta la mesa y le dejé el periódico encima. No tenía pensado hacerlo con fuerza, pero lo cierto es que sonó más de lo que yo pretendía.

―¿Se puede saber qué es esto? ―pregunté.

Will me miró con desconcierto.

―¿Un periódico? ―contestó.

―No te hagas el listillo, William ―señalé entonces el titular―. Aquí, habla de tres muertos. Tres.

Lo leyó y después volvió a mirarme.

―¿Y?

―¿Cómo que...? ¿Y? ¿Tú te estás oyendo? ―conforme más hablaba, más se me pasaba el miedo. La adrenalina, supongo―. ¿Has matado a tres personas y te da igual?

―Bueno, yo no les llamaría exactamente personas ―dijo, mientras seguía escribiendo―. Eran unos putos animales que recibieron su merecido. Además, ¿por qué me culpas? Si sigues leyendo, ahí dice que fue la policía, ¿no?

―No fue la policía, Will. Solo tú entraste y saliste de ese edificio. La policía llegó cuando tú los llamaste e hiciste prometer a tu amiguito, el comisario, que admitiría que todo lo que había ocurrido ahí dentro había sido cosa suya, lo que deduzco incluía las muertes.

Will entonces se puso en pie, dejando los papeles en los que estaba escribiendo y me miró con una expresión fulminante. Supe enseguida, por su cara, que estaba cabreado. Aún no lo había visto así y, lo cierto, es que imponía y mucho.

―¿Me estás acusando de algo, Barry? ―dijo muy serio.

―¿Qué fue lo que pasó ahí dentro, Will? ―repliqué.

―Pasó que una de las mayores tramas de la historia del narcotráfico en Seattle fue desmantelada, tres cerdos que no merecían vivir dejaron de malgastar oxígeno y un cuarto jamás saldrá de dónde se quedó ―pronunció con un tono de supremacía―. Eso fue lo que pasó. Y, como vuelva a escuchar ese tono en tu voz o una sola acusación más por tu parte, Goldman, lo que pasará es que te pondré de patitas en la calle, ¿entendido? Y si te digo que yo no hice nada, tú te lo crees y te callas. Punto.

Yo reparé en algo que él había dicho.

―¿De dónde se quedó? ―le dije―. Will, que le has dejado en coma. Y a saber si despierta.

―¿Y a ti eso qué más te da? ―espetó, saliendo de detrás de su mesa. Cada vez lo estaba cabreando más, y empezaba a dudar de si podría sacarlo de ahí. Aunque, también es cierto que yo no estaba contento y no hacía más que prenderle la pólvora―. ¿Es que sientes lástima por ellos?

Deja que el mundo ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora