Estuve un rato más hablando con él, intentando calmarle, pero me costó lo mío. No había manera de hacerle entrar en razón cuando se trataba de su padre. Aunque supongo que lo mismo me pasaba a mí con mi hermano. La familia, a fin de cuentas, es lo más importante que uno tiene. Ni el dinero, ni la fama, ni el prestigio o el reconocimiento. Un buen coche, una gran casa, nada de eso importa sin tu familia, y a Will y a mí nos habían arrebatado la nuestra. Al menos en cierto modo, claro. Will había repudiado a su padre y yo no tenía forma de saber cómo o dónde estaba Colter. Por eso también quería que Will aprovechara esa oportunidad. Si a mí me hubieran dicho en aquél momento que, si quería, podía ver a Colter, hablar con él y ver qué había sido de su vida después de desaparecer, habría dicho que sí sin dudarlo (aunque más tarde me arrepentiría). Pero Will no, para él no era tan sencillo. Significaría renunciar al principal ideal que le llevó a salir de casa, y, en cierto modo, a perder esa batalla con su padre. Pero también era que cierto y no se podía negar, por mucho que él quisiera, que también tenía ganas de volver a verle. Aunque solo fuera para escupirle en la cara y restregarle su éxito. Salimos al rato y todo seguía en su sitio. Los ancianos con novias adolescentes continuaban hablando y bebiendo vino o whisky mientras que ellas no se separaban de sus teléfonos. El variopinto grupo, ahora liderado por Linda Hawkins, seguía en la sección especial de la exposición, hablando y riendo.
Nosotros cruzamos el jardín, intentando pasar desapercibidos. Will me había comentado que tenía una puerta trasera, que daba a una gran extensión de césped que terminaba en un lago. Quisimos llegar sin ser vistos, pero fui interceptado por alguien que no cabía esperar.
―¿Ya te vas? ―dijo Miranda, apareciendo por un lateral.
Miré a Will sin saber muy bien qué hacer y, viendo que él no reaccionaba, volví la vista a Miranda.
―Eh... No, todavía no. Íbamos a tomar el aire.
―Menos mal, porque me apetecía hablar más sobre arte contigo. Toda esta gente, cree que sabe sobre arte, pero no tienen ni idea. Eres la única persona real con la que me he cruzado en mucho tiempo.
Me sentí alagado pero se me formó una extraña presión en el pecho. Miré de nuevo a Will, quien puso cara de "lo tienes hecho", pero en aquel momento no tenía tiempo para esas cosas. La sensación venía de que hacía tan solo unas horas estaba cenando con Charity, y sin motivo alguno, ahora otra mujer estaba flirteando conmigo. A día de hoy aún pienso si todo aquello vino causado también por Will o fue todo una caprichosa coincidencia. "Serás un rey, empresarial y sexualmente hablando". Esas palabras... Sus palabras, azotaron mi mente recordándome que ya las había olvidado. También es cierto de que Will no tenía ni idea de lo que había sucedido entre ella y yo, pero sí veía cómo me estaba tratando Miranda. Y, para qué engañarnos, la chica era atractiva, aparte de que no quería tener que aguantar otra vez uno de esos sermones de Will lleno de insinuaciones y divagaciones, todas sin fundamento. Decidí comportarme de la manera más práctica y asumir el papel que me correspondía ahora, solo para que ambos me dejaran en paz y así tener un poco más de tiempo para pensar la siguiente jugada o, directamente, en cómo salir de allí.
―Vaya, muchas gracias ―asentí sonriente―. A mí también me gustaría seguir hablando contigo.
―Genial. ¿Nos vemos luego?
―Claro.
Nos despedimos de ella y continuamos en dirección a la puerta trasera, intentando que no nos parara nadie más, aunque tampoco sé bien por qué, pero le daba un tinte de espionaje a todo que me gustó bastante. Hubo un momento en el que mi mirada se cruzó con la de Linda y tuve la sensación de que ahí acabaría mi noche, de que me cogería del brazo como una anciana a la que ayudas a cruzar la calle y que solo se soltaría cuando se hubiese ido hasta el último de los invitados. Le rehuí la mirada deprisa y aceleré el paso junto a Will. No pude ver su cara, pero estoy seguro de que aquello no le sentó muy bien.
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Deja que el mundo arda
ParanormalCuando Barry Goldman acepta trabajar para el joven y multimillonario empresario, William Taylor Winslow, no se imagina que el mundo en el que está a punto de entrar, es más oscuro de lo que cree.