20

2 1 0
                                    


Llamé a la puerta de Charity con cuidado. No sabía si estaría durmiendo, o si me mandaría a la mierda por presentarme sin avisar, pero necesitaba estar con ella. Tuve que tocar la puerta (levemente) un par de veces más antes de escuchar pasos detrás de esta. Escuché como alguien abría el visor de la mirilla de la puerta y, poco después, se abrió despacio y tras ella apareció Charity, somnolienta y frotándose los ojos. Llevaba puesta una camiseta negra de Los Ramones que le cubría hasta poco después de la cintura, y debajo solo la parte inferior de su ropa interior. Pensé que sentiría pudor o vergüenza al abrirme así vestida, pero lo cierto es que se la veía muy tranquila. Sin embargo, yo empecé a no estarlo.

―Barry... ―dijo en un bostezo―. ¿Qué haces aquí? ¿Sabes qué hora es?

―¿Te importa si pasamos dentro? ―dije, sin tiempo que perder.

Nada más entré, me invadió un olor peculiar, hasta que vi que, sobre un aparador junto a la entrada, estaban los restos de una barra de incienso ya consumida. Palo santo, fue lo primero que pensé, pero no estaba del todo seguro, ya que siempre he sido un negado para todo eso. El comedor ya estaba todo recogido, y los platos con los que habíamos cenado limpios y secándose. Pasamos a una sala de estar que había tras el comedor y fuimos hasta el sillón que había en un lateral. Yo me senté en uno de los extremos y ella se sentó en el otro sobre sus piernas cruzadas, lo que hizo por un momento que yo viese más de lo que estaba seguro que ella quería enseñarme. Me tensé y mi corazón comenzó a palpitar con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho. Me aclaré la garganta entes de hablar y ella se dispuso a escuchar con atención.

―Verás, hay algo sobre Will que me gustaría hablar contigo.

―Tú dirás ―contestó tranquila.

No sabía bien cómo formular la pregunta, de modo que lo hice sin más.

―Tú sabes lo que él es, ¿verdad? De dónde viene y todo eso.

Ella me miró extrañada.

―No sé a qué te refieres, Barry, la verdad. Me dejas un poco descolocada.

Suspiré y me acerqué a ella.

―Le he visto hacer cosas... Cosas que se supone que no son posibles o que directamente no existen ―ella comenzó a asustarse, porque mi ritmo se estaba volviendo frenético e impredecible, y lo noté cuando yo me acerqué más y vi que ella se apartaba―. Tú lo conoces desde hace muchos años, ¿no?

―Le conozco desde que somos niños, Barry ―dijo, mirándome a los ojos―. Y te aseguro que no sé de qué me hablas.

―¿De veras? ¿Es que nunca le has visto hacer nada inusual o fuera de lo común?

Ella negó con la cabeza, totalmente confundida. Suspiré y me tapé la cara con las manos, apoyando los codos en mis rodillas.

―Lo siento, Charity. Es solo que... ―le dije, intentando que la disculpa sonara sincera, porque en cierto modo lo era―. Todo esto está siendo demasiado para mí, y siento que en cualquier momento me va a superar.

Ella se pegó completamente a mí y me acarició la espalda con la mano en un intento de disipar mi miedo (y el suyo).

―Escucha ―comenzó. Yo despegué la cara de mis manos y la miré a los ojos―. Lo único que puedo decirte es que confíes en Will. Hazme caso, en todos estos años no le he visto equivocarse, de modo que ten fe en él. Sé que sus férreos morales a veces pueden ser... Difíciles de llevar. Pero sabe lo que hace, créeme.

Sus palabras, aunque fueron de poca ayuda, consiguieron calmarme. Charity tenía ese extraño efecto en mí. Hablara de lo que hablara, conseguía que le prestara atención únicamente a ella. Conseguía que todo a mi alrededor se desvaneciese, como si solo existiéramos ella y yo.

Deja que el mundo ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora