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Ya estábamos en dirección al estudio de televisión, camino a la entrevista, y yo no podía dejar de pensar en la discusión con Will. Él ya no parecía darle importancia, porque hablaba conmigo con total normalidad, pero yo era incapaz de olvidarlo. No dejaba de hablar de banalidades y cosas de una importancia menor, mientras que yo asentía y repetía alguna palabra suelta para que pareciera que le estaba escuchando. Pero, mi mente, estaba ubicada en unas horas antes, en su despacho. La expresión que le vi no se la había visto antes, y no se la volvería a ver jamás. Matizando un poco, no se la volvería a ver jamás causada por mí. También intentaba recordar la conversación con Charity, y todo lo que me había contado sobre Will. ¿Y si eran todo imaginaciones mías? ¿Y si realmente Will solo entró a hablar con ellos y después la policía se encargó de todo? Porque sí, todo aquello había sido cuanto menos extraño y muy sospechoso... Pero es que realmente cabía esa posibilidad, la de la inocencia de Will. Yo no estaba muy convencido, por supuesto, pero también es cierto que yo me había cargado por completo la presunción de inocencia de Will. ¿Poco factible? Sí, pero no imposible. Además, había dado por hecho muy rápido que él había tenido la culpa de algo cuando él había sido totalmente encantador desde el principio. No había visto un solo ápice de crueldad o violencia en él, y enseguida había dado por sentado que era culpable. ¿Y todo por qué? Porque le había visto salir de ese edificio cubierto de sangre y con la ropa destrozada y, misteriosamente, después ahí dentro aparecieron tres muertos y un hombre en coma. ¿Cómo había podido pensar que Will era culpable? Estúpido Barry. También cabe mencionar que, en aquel momento, había olvidado que le había visto agujeros de disparos en su traje. Pero, lo dicho, cabía la posibilidad de que todo fuera una serie de catastróficas desdichas.

―Barry, ¿me estás escuchando? ―dijo Will, trayéndome de vuelta al mundo.

―¿Eh? Oh, sí claro ―respondí, tratando de aparentar normalidad―. ¿Por qué lo dices?

―Porque acabo de decir que quiero encontrar un unicornio rosado al final de un arcoíris y tú lo has repetido con toda la normalidad del mundo.

Mierda, tal vez me había pasado con eso de evadirme.

―¿Dónde tienes la cabeza, Goldman? ―preguntó―. ¿Tal vez en cierta atractiva recepcionista?

Más bien en cierto empresario susceptible de homicidio.

―En ningún lado ―le mentí―. Solo había desconectado, eso es todo.

―Ya... ―respondió, poco convencido.

Bajamos del coche al llegar al estudio de televisión donde se retransmitía el programa de Steve Banner. Era un edificio no muy alto, pero tan lujoso como el WT Building. Pasamos por recepción, donde un miembro del equipo de Steve nos recibió y acompañó al camerino donde iban a maquillar y preparar a Will.

Mientras que tres chicas (a las que por supuesto Will les tiró los tejos) le preparaban, apareció por la puerta Steve Banner.

―¿Cómo está todo por aquí? ―preguntó.

Las maquilladoras y modistas dejaron a Will y este se levantó para poder saludarlo.

―Hola, Steve ―respondió Will―. Es un placer conocerle.

―El placer es todo mío, señor Winslow ―dijo Steve, devolviéndole el saludo.

―Oh, por favor, solo Will. El resto no es necesario.

―Ya, claro ―me miró a mí y se acercó―. De modo que este es el joven que ha conseguido el puesto que a tanta gente ha movido.

Se acercó y me extendió la mano para que se la estrechara.

Deja que el mundo ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora