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WILLIAM

Nada más entré en el edificio, me golpeó en las narices un putrefacto olor a mierda y humedad. Sabía que eran unos cerdos mentales, pero tampoco pensé que lo fueran en el sentido literal de la palabra cerdos. El suelo de madera crujía a cada paso, y producía un eco espantoso por todas partes. Había goteras, humedades, moho, el papel de las paredes estaba desportillado... Aquello era un puto antro, Barry, te lo aseguro. Y me juré que si le pasaba algo a mi traje por culpa de esos capullos, me la iban a pagar muy cara. Escuché pasos encima de mí, y vi cómo me caía polvo encima. Aquello fue motivo suficiente para terminar de cabrearme. Aunque, en verdad, ya lo estaba antes de eso. Ya sabes cuál era el motivo principal. Ben era uno de mis mejores amigos, y ya te lo dije en su momento, no tolero la injusticia. Vi unas escaleras al final del todo, así que decidí subirlas hasta encontrarme con alguien.

La verdad que eran unos cutres de narices, no había ningún tipo de seguridad ni de control. Aunque, sinceramente, mejor para mí. Menos faena. Al llegar al primer piso, encontré, en uno de los "despachos" (por llamar de alguna manera a esos cuchitriles), a uno de los guardaespaldas. Estaba sentado en una silla de madera, con los pies sobre una mesa, leyendo el periódico y fumando un puro. Me acerqué a él sin miramientos, le quité el puro de la boca y se lo apagué en la cara, tirándolo de espaldas contra el suelo y rompiendo la silla en la que estaba sentado. Los gritos de dolor del hombre se podrían haber oído a kilómetros, pero, por alguna razón, parece que los hermanos Warren no se percataron. Lo levanté del suelo agarrándolo de la camisa que llevaba puesta y lo estampé contra una de las paredes, provocando que todo a nuestro alrededor temblara. El hombre se retorcía, intentando escapar y pidiendo ayuda. Lo único que iba a conseguir así era cansarse, porque te aseguro que no se podría soltar.

―¿Quién fue al local de Ben? ―le pregunté, muy agresivo.

―¿Quién eres? ―me dijo, totalmente aterrado.

Volví a empotrarlo contra la pared una vez más.

―¡Habla!

Él esperó un par de segundos, mientras seguía retorciéndose y continuó hablando.

―¿Quién es Ben? ¿De qué estás hablando?

Mi paciencia estaba comenzando a agotarse, así que respiré profundo, lo aparté de la pared y lo puse esta vez sobre una mesa con la misma violencia.

―No tengo tiempo que perder, y menos con idiotas como tú ―le miré fijamente a los ojos y, te aseguro que en ese momento, pudo ver el mismísimo infierno a través de los míos―. ¿¡Quién fue a por Ben Leblanc!?

El hombre se asustó aún más y creo que, si se hubiese esperado un poco más para hablar, habría acabado llorando. O incluso meándose.

―Fui yo ―dijo, entre hipidos―. Fuimos yo y mi compañero. El otro guardaespaldas de John y Josh.

―¿¡Dónde está él!? ―continué, golpeándolo una vez más.

―¡En el último piso! ¡Están los tres en el último! ¡Lo juro por Dios!

―Está bien ―dije, mucho más tranquilo―. Está bien. Te creo.

Le incorporé de nuevo y le arreglé la camisa mientras que él seguía haciendo un esfuerzo por no llorar.

―Van a matarme por esto... ―dijo, casi en un susurro.

―No son ellos los que deberían preocuparte ahora ―dije, mientras le sonreía.

―¿Qué...?

Una vez terminada la faena con él, subí directo al último piso, donde los putos Warren me esperaban. A cada escalón que subía era un crujido tras otro, pero ya me daba igual. Si no habían oído a la otra nenaza, no iban a oír eso. Conforme me acercaba al último piso, comenzaba a oír más voces hablar entre sí. Escuché también como uno de los dos se reía, y recuerdo pensar "ríe ahora, pedazo de capullo, que estás a punto de llorar". Cuando llegué al último piso, avancé un corto pasillo que daba a una gran sala, llena de mesas y de sillas por todas partes. Aquello, en su día, fue el edificio de una empresa bursátil. Vi enseguida al otro guardaespaldas, sentado exactamente de la misma manera que el de abajo. Entonces me fijé y vi que tenía que ser su puto hermano gemelo. Era la leche, ¿te lo puedes creer? Dos hermanos gemelos cogen a guardaespaldas también gemelos. Parecía de chiste.

Deja que el mundo ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora