24

4 1 0
                                    


El resto de la mañana transcurrió con normalidad. Nos dedicamos a pasarla juntos, comernos los dulces y disfrutar de la familia.

Sé que Ellie no era mi hija, ni mucho menos la de Charity, pero, de algún modo, creo que ambos lo veíamos así. Éramos una pareja con su pequeña hija atolondrada. Es extraño de explicar, pero a veces hasta se me olvidaba que eran hermanas. Tal vez para Charity era algo más complicado de pensar, pero sé que de alguna manera lo llegó a creer en algún momento.

Después de la hora de la comida y de que Ellie descansara un rato, fuimos a un parque que había cerca de la casa de Charity. No era muy grande, pero tampoco solía tener mucha afluencia de gente, por lo tanto, Ellie podía disfrutar de todos los juegos ella sola, o de vez en cuando compartir con algún niño o perro esporádico.

No es que le costara hacer amigos, de hecho si solo era eso, algún que otro crío o un perro no había ningún tipo de problema. Jugaba con ellos como si los conociera de toda la vida. El problema venía cuando el grupo se aumentaba en unos dos o tres más. Ahí la pobre de Ellie se comenzaba a agobiar y solía ponerse bastante nerviosa. Por suerte, aquel día estuvo ella sola. Nosotros nos sentamos en un banco a observarla jugar y divertirse. En algún que otro momento nos pedía jugar con ella y nosotros aceptábamos sin dudar. Aquella fue una gran tarde, una de las que más perduran en mi mente. Lo mucho que jugamos, que nos reímos, que hablamos... Fue maravilloso. Y a día de hoy lo recuerdo con mucho cariño. Casi como un sueño, que no fue real pero que aún así lo crees como tal. Ojalá no haber despertado...

De vuelta a casa, se me ocurrió que Charity y yo podríamos salir a cenar en pareja, ya que en los últimos dos meses tampoco habíamos tenido mucha intimidad, y buena falta nos hacía.

―Me encantaría, Barry, pero... ―comenzó Charity. Entonces bajó la voz―. ¿Qué hay de Ellie?

―¿Podríamos dejársela a la señora Tucker?

―No podemos abusar tanto de mi pobre vecina.

―Bobadas, si ella lo hace encantada.

―Es igual, creo que esta semana no iba a estar. Se iba de voluntaria a no sé donde...

Me quedé un rato pensando hasta que di con la solución.

―¿Qué hay de mis padres? ―le sugerí.

―¿Crees que querrán? ―se extrañó.

―¿Bromeas? Estarán encantados. Casi la tienen como su nieta. El otro día, cuando comimos con ellos, escuché a Ellie llamar a mi madre abuela. Se emocionó y todo.

―No sé, Barry...

―Venga ―intenté convencerla―. No me digas que no te apetece tener una cena romántica los dos solos.

―La verdad es que no puedo decir que no me parece una buena idea ―miró entonces apenada a Ellie―. Está bien, supongo que no pasa nada por tener una noche romántica.

Ellie nos miró a los dos entonces.

―¿Quiere decir eso que voy a ver a los abuelos? ―preguntó emocionada.

―¿Lo ves? ―le dije a Charity―. Vamos a casa a ponernos guapos. Hoy salimos de cena.

***

―Volveremos en un par de horas ―le dije a mi madre, quien ya sostenía a Ellie en brazos―. No creo que tardemos más.

―No os preocupéis. Podéis dejarla aquí todo el tiempo que queráis. Además, mañana la pequeña no tiene clase, podría quedarse aquí a dormir, si os parece bien.

Deja que el mundo ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora