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―¡Será hijo de puta! ―espetó Will―. ¿¡Cómo se ha atrevido a hablarme así!? ¡En mi propia cara!

Desde que entramos en su despacho, Will había comenzado a despotricar y dar golpes al igual que un niño con una rabieta. Durante el viaje no había dicho ni la más mínima palabra, pero fue cruzar la puerta del despacho y empezó la fiesta.

―Ya, la verdad es que no venía nada a cuento ―dije, porque tampoco sabía bien qué tenía que hacer o cómo debía actuar.

―¿En serio, Goldman? ¿Solo eso? ―me contestó―. ¿Siempre eres tan correcto?

―¿Qué se supone que tengo que decir Will? ―le pregunté con pesadez.

―Pues, no sé. Cabréate, di alguna palabrota, lo que sea.

―Qué cabronazo ―dije, poco convencido.

―¿En serio, Barry? ―inquirió con una ceja enarcada.

No sé qué pretendía Will. Yo no era una persona violenta, ni mucho menos. Siempre trataba de solucionar los problemas por otra vía. En mi opinión, el diálogo era más efectivo que la violencia. En eso, Colter siempre fue mejor. Recuerdo una ocasión, poco antes de marcharse, en la que le vi en el patio del colegio, hinchando a puñetazos a un chico de unos cursos superiores. La cantidad de golpes que Colter le dio fueron como para haberlo matado. Y lo peor fue cuando llegó el profesor de educación física a separarlos. A pesar de ser un hombre bastante corpulento, también se llevó lo suyo. La explicación que dio mi hermano después al director de por qué lo había hecho fue, simplemente, escalofriante. "Dijo que mi nuevo peinado me estropeaba la cara, señor director. Así que, decidí estropear yo la suya".

No sabía bien qué iba a solucionar Will dando golpes en su despacho y diciendo palabrotas. Pensaba siempre lo mismo de mi hermano. Lo único que haces es ponerte mal cuerpo tú solo, porque al otro no le afecta.

―No, necesito que explotes ―intervino de nuevo―. Que revientes. Imagina... Imagina que te están insultando a ti, o a tus padres. ¿Eso no te cabrearía? Yo ya soy parte de tu familia, ¿sabes? Si se meten conmigo, se están metiendo también contigo.

Necesitaba que Will dejara el tema, o al menos que se callase, así que decidí fingir.

―¡Será hijo de puta! ―comencé, de una manera un tanto sobreactuada―. ¿¡Cómo se ha atrevido a hablarte así!? ¡Y en tu propia cara!

Will me miró con una expresión que era una mezcla de diversión y algo que parecía estar diciendo "¿De verdad intenta imitarme?"

―Ya sé lo que haremos ―continué―, iremos ahora mismo allí y le... Le vamos a... Esto... Sí, le daremos una... Y después...

Will acabó rompiendo a reír, lo cual me alivió bastante. No pretendía hacerle reír exactamente pero, por ahora, me servía.

―No ha estado nada mal, Barry. Te doy un siete sobre diez. Buenas palabrotas y una excelente ejecución, pero ese aterrizaje... No lo has clavado del todo. Aún así, no ha estado mal.

Se quedó un rato en silencio, con la mirada un poco perdida. Mientras que su expresión volvía a oscurecerse un poco. Había conseguido calmarle bastante, pero de igual modo, había algo en su interior que no estaba bien del todo.

―No podemos ir allí ―dijo, al cabo de un rato―. Más que nada, porque si voy allí va a pasar algo muy malo, y no quiero ―se volvió a quedar callado y prosiguió―. Ven conmigo.

Salió del despacho y yo fui tras él con un sentimiento de duda. Ya no tan solo de a dónde íbamos, sino duda sobre él. Yo ya estaba casi convencido de que no era mala persona, pero sus últimos movimientos me habían dejado un poco fuera de juego. Además de las palabras de Steve, claro está. Un hombre mayor, con experiencia tanto en la vida como con las personas. Había dedicado toda su carrera a entrevistar gente y, con el transcurso de los años, se había topado con personas de todo tipo. Y eso provocó lo que le había comentado a Will, que aprendió a calar a las personas enseguida. Yo quería creer que Steve estaba equivocado, debía de estarlo. Pero él parecía tan convencido... Y la respuesta de Will no fue la más sensata que digamos. Él lo llamó "consejo de amigo", pero era una clara amenaza, y tanto Steve como Will lo sabían. Hasta yo me había dado cuenta, y eso que rehuía las confrontaciones a toda costa. Además, estaba empezando a descubrir un lado de Will que no me gustaba, el violento. La manera en la que se ponía si le increpabas algo, o si él notaba que insinuabas lo más mínimo sobre él. Ya lo había hecho antes conmigo, y ahora lo había hecho con Steve. Además de que ya me había dicho algo parecido Charity. El caso es, que las piezas del puzle que era Will, comenzaban a tomar forma y estaba empezando a unirlas. Y el resultado no estaba siendo bueno que digamos. Pero, aún me quedaba algo de esperanza en él, algo que me decía que no desconfiara. Tal vez mi eterna obsesión con las segundas oportunidades, la redención y todo eso. Pobre e ingenuo Barry, siempre intentando ver el lado bueno de cada persona, su yo más profundo. Ese que todo el mundo alberga en su interior y que es bueno por naturaleza, pero que muy pocos llegan a desarrollar.

Deja que el mundo ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora