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Llegué a la casa de Will un rato después, con la misma ropa con la que había cenado. No era una fiesta como tal, era algo un poco más informal, además de que no me apetecía ir de traje toda la noche. Necesitaba comodidad para aguantar lo máximo posible. Conforme iba subiendo el camino hacia la entrada, comencé a escuchar música de fondo. Jazz tocado en directo por una banda especializada. Casi todas las luces, menos las del piso de arriba, estaban encendidas, y ya se oía barullo de dentro. Llamé al timbre en cuanto llegué a la puerta, que sonaba como una gran campana, y a los pocos segundos Thomas me abrió la puerta. Me saludó cordial y me hizo pasar. Me informó de que Will me estaba esperando donde había estado la piscina el día que organizamos la exposición. Le di las gracias y crucé recto la mansión hasta salir al jardín. Vi una gran multitud de gente y varios cuadros expuestos sobre caballetes. Todo el mundo estaba dividido como en grupos, a veces de tres o cuatro y otras de hasta ocho. Todos comentaban la obra que estaban observando, entre vasos de vino y expresiones que no llegaba a entender. Por otro lado había también parejas, formadas por hombres que perfectamente podrían ser mis abuelos y sus jóvenes y atractivas acompañantes. Todos hablaban entre ellos sobre lo que, tal vez, el autor había querido representar o expresar con su obra. Yo, sinceramente, solo veía manchas de colores sobre fondos blancos, nada más.

Seguí buscando a Will y, acabé encontrándolo donde me había dicho Thomas, junto a un grupo de gente. Un par de mujeres y otros dos hombres, todos de mediana edad. Me acerqué con algo de timidez y me puse frente a ellos.

―¡Aquí está! ―exclamó Will―. ¡Mi chico de oro! Acércate, Barry, justo ahora estábamos hablando de ti.

Entre todos abrieron el círculo que habían formado para hacerme sitio y me puse con ellos.

―Barry, deja que te presente ―dijo poniéndose a mi lado y comenzó a señalar a sus acompañantes conforme los iba nombrando―. Ella es Samantha Stone, la famosa actriz recientemente galardonada. Luego, junto a ella, Jesse Prince, autora de la exposición estrella, junto a la que estamos. Él es Colson Parrish, acompañante de la señorita Stone. Y por último Jackson Constantine, que se presentará a las próximas elecciones para alcalde de Seattle. Y que, por supuesto, puede contar con mi voto.

―Eso espero, señor Winslow ―respondió Jackson, levantando su copa de whisky y riendo.

―Como ya te he dicho, Barry, justo estábamos hablando de ti.

―Dígame, señor Goldman ―se dirigió a mí la señorita Prince―. ¿Por qué quería usted trabajar para el señor Winslow?

―Oh, no. Yo no quería. De hecho, he intentado irme ya un par de veces.

Todos se echaron a reír, incluso Will, quien miró hacia abajo mientras negaba con la cabeza.

―Entonces ―prosiguió―, ¿por qué decidió hacer la entrevista que tanto revuelo causó?

―Bueno, yo solo quería algo de experiencia antes de adentrarme en el mundo laboral. Y, pensé que una entrevista con el gran William Taylor Winslow era una gran oportunidad. Pero yo fui convencido de que no me iba a coger, aunque al parecer, él tenía otros planes.

―¿Y por qué de todos los candidatos lo escogió a él, Will? ―preguntó entonces la señorita Prince.

―Yo creo que está bastante claro. Es muy mono ―intervino Samantha, antes de que Will pudiera contestar.

―Conteste usted, Will. A mí también me llama la atención, porque el chico no tiene nada de especial. Y teniendo en cuenta la de candidatos mejor preparados y más cualificados que había... ―dijo Colson, claramente molesto.

Deja que el mundo ardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora