- Nunca tengo sexo aquí - Dijo.- Tú decide. Tu primera vez tiene que ser especial e inolvidable.
- Tengo un lugar especial...- Susurré recordando el jardinsito donde había tenido mi primer beso, había leído mi primera novela y había imaginado mi boda un millón de veces - Es un jardín.
- ¿Dónde? -
- En mi casa.
- Okey ¿Tienes auto?
- Sí ¿Por?
- Me iré contigo - Dijo mientras tomaba una carpeta y su saco.
- Ahm...
- Regla número dos; no puedes saber cosas de mí ni yo de tí. Me llevarás a tu casa pero con los ojos vendados, así no sabré donde vamos. - Agregó mientras sacaba una corbata y me la tendía.
- Esta bien - Tomé la corbata y la metí en mi bolsillo.
Salimos de la "Tienda". Theo cerró con llave y me siguió hasta el auto.
- Es éste - Dije mientras señalaba el mercedes negro de mi madre.
- ¿Dónde puedo poner mis cosas? - Me preguntó mientras alzaba su saco y su carpeta de color negro. Para dejarlos a mi vista.
- Oh, claro, déjalas en el asiento de atrás.
Tomó sus cosas y las puso donde le indiqué. Abrió la puerta del copiloto y se metió al auto. Corrí hacía la puerta del piloto y me metí también.
- Bien - Suspiré.- Date la vuelta - Le pedí. Se dió vuelta y puse la corbata cubriendo sus ojos. Regresó a su posición normal y arranqué para irnos a casa.
Cuando llegamos, tomé a Theo del brazo y nos metimos a la casa por la parte trasera que daba al jardín donde estaba la piscina. Lo llevé al pequeño jardinsito donde tendríamos nuestra noche especial. Aún tenía el puente de flores y hojas que había hecho con mi madre unos años atrás. Lo contemplé un segundo. Ví la serie de luces que estaba colgada al puente y la conecté. La luz me cegó un poco. Enarqué una ceja y me puse frente a Theo.
Miré sus labios, llenos y perfectos. Quería besarlo. Devorar su boca y lamer su lengua. Le quité la corbata de los ojos y dejé que me mirara.
Vió directamente a mis ojos y sonrió.
- Lindo - Dijo mientras daba una ojeada al lugar. Se quitó su saco y jaló su cabello.- Entonces... ¿Vas a traer sábanas o algo? - Me preguntó mirando el suelo lleno de lodo.
- Era lo que estaba pensando. Creo que será mejor que entremos.- Le dije mientras me dirigía al arco y apagaba las luces.
- No, enciéndelas - Me pidió. Se acercó a mí y rosó su piel con la mía, provocando una sensación de calor inmensa. Tomó el cable de mi mano y volvió a conectarlo.
La luz se reflejó en su cabello dorado, dándole un aspecto más formal y delicado a su rostro. Me tomó de la mano y me acercó a él.
- ¿Tienes algún radio o unas bocinas? - Me preguntó.
- Lamentablemente todas murieron en la parrillada del 4 de Julio.- Reí entre dientes. Soltó una risa y movió la cabeza.
- Entonces... ¿Cantas? - Me preguntó. Negué con la cabeza.- Yo sí. ¿Te molestaría si lo hago? - Moví mi cabeza para que se animara a empezar.- Quiero que sea un momento realmente especial para ti. Tampoco quiero que te enamores, si no que desees más el sexo después de esto.
Tomó aire y me agarró de la cintura haciendo que mi cuerpo chocara con el suyo dulcemente. Empezó a cantar una melodía perfecta. Era lenta y suave. Sus pies hicieron que los míos se movieran al compás de la canción. Estábamos bailando.