El dedo medio de Theo empezó a abrirse paso dentro de mí de una manera tan suave y lenta que sentía que en ese momento me vendría. Su dedo se movía lentamente al igual que su lengua en mi cuello. Su mano libre sobó una de mis nalgas, la apretaba y volvía a sobar mientras su cuerpo se aferraba al mío. Apreté mis párpados y jadee bruscamente cuando sentí que su dedo aumentaba el ritmo dentro de mí.
– ¿Te gusta? – preguntó respirando deprisa.
– Dios mío, Theo... Agh – grité.
– Solo tenías que decir sí, nena – murmuró pegado a mi cuello.
Su dedo salió de mí para lamerlo y después encaminarme a la cama. Me alzó entre sus brazos y me soltó gentilmente sobre la cama, se puso sobre mí y comenzó a besar cada parte de mi cuello. Una de sus manos bajó hasta mi vientre para luego subir mi camisón poco a poco, deslizándolo por mis muslos hasta llegar a mi abdomen desnudo y sacármelo por completo del cuerpo.
– Tu cuerpo es espectacular, preciosa – jadeó sobre mi rostro.
Su mano tibia sobó mis senos por sobre el sujetador y se abrió paso por mi espalda para irrumpir en el broche de éste y dejarme solo con mis bragas. Lamió mis senos y los pellizcó haciéndome sentir una descarga eléctrica en todo mi cuerpo.
Bajó por la línea que se formaba desde el centro de mis senos hasta el comienzo de mi ombligo haciendo que sus labios recorrieran el camino que lo llevaría a mi parte débil.
Cuando llegó a mi parte íntima jugueteó con la tela de mis pantis haciéndome vibrar. Su dedo índice recorría cada esquina de la tela color blanco que cubría mi sexo.
– Abre las piernas, corazón – me ordenó.
Hice lo que me pidió.
– Extiende tus brazos por encima de tu cabeza y disfrútame – volvió a ordenarme.
– Theo – reí.
– ¿Recuerdas las clases que te di, preciosa? – me preguntó.
Sonreí al recordarlo.
– Espero que no hayan sido en vano – comentó burlón.
Sus brazos fornidos abrazaron mis muslos pasándolos por sus hombros. Bajó mis pantis con sus dientes hasta dejarme desprotegida. Su aliento chocó contra mi sexo y eso me hizo retorcerme. Sentí algo húmedo recorrer mi punto débil; su lengua. Abrió su boca y siguió saboreándome con lentitud y sutileza, sin descuidar que todo fuera un arte. Con uno de sus dedos se abrió paso por mi feminidad haciéndome gritar mientras su lengua se inundaba dentro de mí.
– Ah – gemí fuerte.
– Eres deliciosa.
Siguió recorriéndome con su lengua y haciéndome sentir un calor inmenso por todo el cuerpo. No pude contenerme y apreté las sábanas entre mis manos mientras arqueaba mi espalda y me entregaba por completo a él. Me vine en su boca y él no paró hasta hacerme temblar.
Separó su rostro de mi intimidad y con un dedo la acarició para después regresar a mi rostro y besarme apasionadamente.
– ¿Te ha gustado? – me preguntó abrazándome por la cintura.
– Me ha encantado – reí.
Rio junto conmigo y besó mis labios nuevamente. Aferré mi mano en su pecho y empecé a desabotonar su camisa.
– ¿Qué haces? – rio sobre mis labios.
– Estoy portándome mal, señor James– dije con tono seductor.
– Quieres que te castigue, ¿no es así?
– Sht – reí mientras volvía a besar sus labios y me ponía sobre su cuerpo. – No queremos que el director se dé cuenta de mi falta a clases.
Cuando al fin terminé de quitarle la camisa me dirigí a su miembro para sobarlo y acariciarlo sobre sus vaqueros.
– Si haces bien tu tarea, no tiene por qué enterarse.
Posó su mano en mi mentón para subir mi rostro al suyo y besarme rápidamente. Bajé hasta su cierre y dejé que la bestia saliera de su encierro. La admiré con sorpresa mientras ponía su dura masculinidad entre mis manos y hacía movimientos lentos y magníficos.
– Estás matándome... Ah – jadeó.
Echó su cabeza para atrás cuando mi boca cubrió su erección por completo y mi lengua hacía el trabajo de hacerlo subir a la novena nube. Saqué su longitud de mi boca para sobarla y estimularla hasta causarle un gran orgasmo que conllevó a tener mis manos llena de su líquido.
– Lo hiciste muy bien – me felicitó aun intentando recuperar su ritmo cardiaco normal. – ¿Haz estado practicando, ______? – me preguntó.
Le guiñé un ojo y subí hasta su rostro para reírnos al unísono.
Mientras reíamos, un golpe en la boca de mi estómago me hizo dar un brinco fuera de la cama y correr al baño para depositar mi vómito dentro de la taza de porcelana y volver con la rutina de mojar mi rostro con agua helada. El reflejo de Theo en el espejo me sorprendió tocándome el vientre.
– ¿Estás bien? – preguntó mientras se acercaba a mí.
– Tal vez fueron las frituras que me comí en la tarde. No revisé la fecha de vencimiento – reí. Y no mentía, no creo que fueran los síntomas nuevamente.
– Te amo – rio mientras besaba mi espalda aún desnuda.
Sonreí y supliqué que no se diera cuenta que estaba esperando un hijo suyo.