"¿Por qué punza mi puta cabeza?" gritó mi interior. Sentí la tela suave debajo de mis manos. Un picor en las sienes me hizo estremecer. No quise abrir los ojos, me dolía.– ¡Buen día! – gritó una voz masculina.
– ¿Qué puta? – mascullé. – ¿Qué haces? – exclamé sin saber quién era.
Me levanté un poco de la cama para tener una mejor visibilidad de lo que estaba pasando.
– ¿Papá? – pregunté sorprendida.
– No, un fantasma. Sí dormilona, soy tu papá. Te levantarás de la cama para ir a desayunar y luego te darás una buena ducha – me ordenó. – ¡Vamos! –gritó.
Salió del cuarto y yo detrás de él. Traía ropa que no era mía encima.
"¿Qué demonios pasa?"
Intenté recordar pero nada llegaba a mi cabeza, solo un dolor agudo en las sienes y un tremendo golpe en la boca del estómago. Cuando llegué a la cocina, el desayuno ya estaba preparado; unos panqueques de moras con un poco de jamón a un lado y un vasito de leche junto con un jugo de naranja.
– ¿Lo hiciste todo tú? – pregunté sorprendida.
– Todo para mi hija. Hoy no tengo que trabajar y me siento de un humor excelente – sonrió.
Nos sentamos y empezamos a desayunar en silencio. Casi no había temas de conversación con él, nunca. Solo nos dábamos algunas miradas a escondidas, pero nunca hablábamos directamente de algo, al menos que fuera la escuela.
– Y... ¿cómo van los chicos? – preguntó de repente.
– ¿Chicos? – pregunté mientras masticaba el panqueque dentro de mi boca.
– ¿No tienes novio? – preguntó alzando la ceja.
Recordé a Ashton y quise llorar.
– Tuve uno – admití.
– ¿Ah sí?
– Ajá.
– ¿Cómo se llama? – preguntó interesado. Tomó su vaso de jugo y sorbió un poco.
– Ashton– dije con voz ceca.
– Ashton... - repitió entre dientes. – Y, ¿qué pasó? – me preguntó interesado.
– Prefiero no hablar de eso ahora. Apenas ayer terminó todo – pedí.
Sentí que mis ojos se humedecían y no podía contener más sentimientos.
– ¿Has ido a la gimnasia? – preguntó desviándose del tema.
– Me salí hace año y medio papá. Ahora solo corro por las mañanas.
– ¿Y qué seguimos haciendo aquí? Ponte tu ropa deportiva y vamos a correr – me ofreció.
Lo miré con desconcierto y enarqué la ceja. ¿Estaba loco? A penas estaba entrando en la resaca.
– La verdad no tengo muchas ganas de ir a correr hoy. Tengo asco y nauseas.
Se detuvo en seco frente a mí.
– ¿Estás embarazada?
– ¡No! ¡Qué dices! – grité incómoda. – Solo estoy en esos días que no quieres hacer nada
– Bueno. Yo iré a correr. Por favor ordena aquí, haz tu cama y métete a la ducha ¿quieres?
Asentí con la cabeza y seguí comiendo. Me sentí mal con el último bocado. Sentí que vomitaría en cualquier momento, pero opté por cerrar la boca y pensar en otras cosas. Tomé todos los trastes sucios y los puse en el fregadero para empezar a lavarlos. Después de lavarlos, limpié toda la cocina; el piso, las alacenas, los estantes de madera, etc.