Cuando llegamos al puerto donde nos quedaríamos, los amigos y familiares de Theo nos sorprendieron con una cabaña solo para nosotros dos. Inmediatamente que entramos, Theo me ofreció meternos a duchar juntos y claro que acepté.
– Iré a preparar la tina – dijo mientras se desfajaba la camisa a rayas que llevaba puesta.
Me quedé hipnotizada por la manera en que caminaba hasta que de repente escuché el agua correr. Me di prisa para seguirlo. Cuando llegué al baño me di cuenta lo enorme que era. La tina era como nuestra propia alberca pequeña y la regadera era suficiente para que unas cuatro personas cupieran a la perfección. Observé a Theo mientras se quitaba la camisa y solo se quedaba en pantalones. Delineé su perfecta espalda imaginariamente mientras guardaba esa imagen en mi memoria para siempre.
Un mechón de cabello le caía por la frente y todo su cabello alborotado le daba un aspecto perfecto a su rostro. Theo notó mi presencia así que se dio vuelta y se acercó a mí cautelosamente. Una de sus manos viajó hasta el escote de mi blusa y con la punta de su dedo acarició la piel que se mostraba desnuda. Lo miré directamente a sus ojos miel mientras sentía como mi piel se erizaba completamente.
– No puedo mirarte y no desear hacerte cosas impuras – susurró con tono seductor.
Lamió sus labios y pasó la otra mano por su alborotado cabello para "acomodarlo" un poco y luego tomar mi cintura con ella y jalarme delicadamente hacía él.
– Entonces no me mires, no quiero que te vayas al infierno – susurré.
La mano que estaba en mi escote se posicionó en mi mano alzándola en una posición que parecía que estábamos bailando. De repente me hizo dar una vuelta y detenerme de nuevo frente a él.
– El problema es que no puedo dejar de mirarte – admitió mientras la mano que estaba en mi cintura subía delineando todo mi cuerpo hasta llegar a mi cuello.
Theo susurró algo que no pude entender pero después sentí y saboreé sus labios una vez más. Lo impresionante era darme cuenta que cada beso que me daba era diferente, con otro toque de pasión diferente mientras su respiración chocaba contra mi piel y podía oler el delicioso aroma de su aliento en mi boca. Me rodeó con sus brazos por la cintura e hizo que nuestros cuerpos se volvieran uno sin dejar de besarme lentamente pero apasionadamente a la vez.
– No te vayas de mí nunca, ______ – soltó Theo sobre mí.
– No lo haré – tragué saliva.
Tal vez físicamente lo haría algún día, pero mental y emocionalmente nunca lo haría. Él siempre ocuparía una parte en mis pensamientos y en mi corazón. Tomé una bocanada de aire y volví a besarlo apresuradamente.
– Ven – dijo mientras se alejaba de mí pero me tomaba de la mano para que lo siguiera. – Quiero desnudarte, y no precisamente para cogerte.
Reí un poco.
– ¿Te parece gracioso? – me preguntó enarcando la ceja.
– Es que nunca me has desnudado para otro fin que no sea... cogerme.
Le dediqué una sonrisa pícara que contestó con un beso en el cuello.
– Hoy solo quiero desnudarte para admirar tu cuerpo, para mirar lo perfecta que eres – dijo con tono seductor. – No quiero hacer nada más hoy que mirarte, solo eso.
Sonreí.
– Adelante – le dije al tiempo que mi mano derecha acariciaba su mejilla.
Me sonrío y besó la palma de mi mano. Tomó mi brazo y lo puso en su posición normal. En ese instante me sentí como un maniquí observado por un diseñador de modas.
Theo puso su mano en mi cabello mientras pasaba sus manos entre mis frágiles caireles y le acomodaba de lado para después bajar a mi vientre y tomar mi blusa por la orilla y empezar a subirla hasta mi busto cuidadosamente. Cuando me libró de la blusa desabrochó los botones de mi pequeño short y los bajó delicadamente mientras besaba mis piernas. Me tomó un par de segundos darme cuenta que no tenía nada más encima que mis pantis y mi sostén. Theo regresó a su posición normal y pasó sus dedos por mis hombros bajando lentamente hasta mi busto.
Empujó un poco mi cuerpo para que me diera vuelta y quedara de espaldas a él. Uno de sus dedos paseo por mi espalda varias veces hasta detenerse en el broche de mi sostén para desabrocharlo con delicadeza y dejarlo caer por mis brazos. De nuevo me dio vuelta para que quedara frente a él. Me observó unos segundos, recorriendo cada parte de mi cuerpo diminuto. Se acercó para besar mis labios y después juguetear con el encaje de mis pantis. Se deshizo de ellos tan fácilmente que me asusté.
Se quedó contemplándome unos minutos para después acercarse a mí y pegar sus labios a mi oído.
– Eres hermosa – susurró haciendo énfasis a cada sílaba.
Lo abracé por el cuello y dejé que una lágrima se derramara por mi mejilla.
– Te amo tanto – sollocé.
– Te amo todavía más – contestó.
Me separó de su cuerpo y me acompañó a la tina que ya casi estaba llena. Su mano se sumergió en el agua para revisar la temperatura.
– Perfecta. Ya puedes meterte, mi amor – me invitó con su aterciopelada voz.
Metí un pie primero y después me metí toda. El agua estaba deliciosa. Theo puso un líquido en el agua que provocó que se crearan muchas burbujas y espuma en el agua cubriendo mi desnudes. Theo se desnudó frente a mí. Mordí mi labio y me sumergí en el agua para no seguir viendo su hermoso cuerpo.
Cuando salí de nuevo a la superficie empezó a meterse. Cuando estuvo por fin adentro se acercó a mí y me abrazó debajo del agua.
– ¿Quieres que te enjuague? – me preguntó.
– Sería un placer que usted me enjuagase – dije burlona.
– Date vuelta – me ordenó.
Hice lo que me pidió. Su mano empezó a sobar mi espalda y a echarme agua por todos lados mientras hacía movimientos circulares sobre mi espalda. Me di vuelta y me di cuenta en la forma en que me miraba... ese hombre que estaba justo frente a mí, observándome de esa manera tan hermosa, admirándome como si fuera una obra de arte, ese hombre al que le había dado mi virginidad, con el que tendría un hijo, ese hombre era el hombre de mis sueños y así sería hasta el último día de mi existencia.
– ¿Theo? – susurré.
Hizo un gesto gracioso y me miró.
– Eres el hombre más hermoso que haya conocido jamás. Sé que no soy lo mismo para ti, pero quiero que sepas que te amaré toda la vida...
– Eres la primera mujer de dieciocho años a la cual he podido amar sin condición y sin límites, ______. Por favor no digas que no eres lo mismo para mí.
Se acercó a mí lentamente y me besó como si el mundo fuera a terminarse en ese instante.
Lo amaba... Lo amaría para siempre.