Theo se fue con todos a pasar el día en una zona donde podías meterte a nadar con los peces. Yo me quedé en la cabaña comiendo un poco de coco y viendo la televisión mientras estaba acostada en la cama.
Cuando estaba a punto de tomar una siesta, recibí una llamada de Anna.
– ¿Sí? – atendí el teléfono.
– ¿______? – dijo su voz chillona.
– Ajá.
– ¿Cómo estás, preciosa? – me preguntó más animada.
– Bien, al parecer el bebé está contento porque no he dejado de vomitar en todo el día.
– Pero una mujer no vomita por eso cuando está embarazada, ______ - rio a través del teléfono.
– ¿Entonces? – pregunté rodeando los ojos.
– Es porque dentro de tu cuerpo están habiendo cambios y tu cuerpo está acostumbrándose a esos cambios, pero tienes que tener cuidado porque aún no sabemos si tu cuerpo lo va a rechazar o se va a acostumbrar, por eso tienes que cuidarte mucho, ______ – me advirtió.
– Supongo que por el momento estoy bien. Estoy intentando comer lo mejor posible y no tragarme la bolsa de frituras que acabo de ver en el refrigerador.
– Si quieres cómetelas, solo revisa que aún sirvan y no estén en mal estado.
– Pareces mi madre, Anna – le dije.
– Lo seré hasta que ese bebé nazca y tú estés fuera de riesgos – bufó.
– Te amo amiga.
– También te amo. Alex quiere hablar contigo.
Se escuchó como le pasó el teléfono y en menos de cinco segundos la voz de Alex invadió la bocina.
– Hola, guapa – me saludó con su acento norteño.
– ¿Qué tal, Alex? – lo imité.
– ¿Cómo va todo? ¿Terminaste diciéndole todo a Theo o se enteró?
– Já; ninguna de las dos – dije con tono sarcástico.
– Bueno – suspiró. – Mi hermano ya me dijo el costo de la renta del departamento; no tienes por qué preocuparte, es realmente barato. Anna te mandó unas fotos, si no te gusta podemos buscar otras opciones.
– ¿Enserio? Alex, muchas gracias – exclamé tan contenta que casi me caigo de la cama.
– No hay de qué – contestó amable. – Bueno, te paso a Anna, al parecer está igual de contenta que tú pequeña. Cuídate y no tengas tanta acción, al bebé le hace daño, ¿está bien?
– Sí, tranquilo.
Alex le pasó el teléfono a Anna y lo primero que hizo fue gritar de emoción.
– ______, el departamento te va a encantar, tiene un cuarto enorme con la mejor vista de todas. Te mandé las fotos a tu celular, pero sé que te va a encantar – dijo emocionada.
– Sé que me encantará – sonreí estúpidamente.
– Bueno, te dejo, la familia de Alex no quiere conocer a una chica adicta al teléfono, ¿verdad?
– ¿Conocerás a la familia de Alex? – le pregunté sorprendida.
– Sí, ¿no es emocionante? – dijo sarcástica.
– ¡Súper emocionante! – la imité.
– Tengo que irme, te amo.
– También te amo. Beso – me despedí.
Colgué el teléfono y lo puse en la mesita de noche que estaba a un lado de la cama. Acomodé la cama de una manera en la cual solo una cobija me tapaba hasta las piernas y las almohadas rodeaban mi cuerpo impidiendo que cambiara de posición. Cerré los ojos y caí rápidamente en la inconsciencia.
Cuando desperté, el manto estelar de la noche comenzaba a asomarse por la puerta transparente que daba al mar. Era precioso. Me levanté de la cama y caminé hasta el porche, donde estaban situados un par de sillas y una mesita. Me senté en una de las sillas y puse mis piernas de una manera que nada de mi cuerpo tocaba el piso, estaba completamente hecha bola, hasta que recordé al pequeño ser humano que tenía dentro de mí. Fue exactamente el momento en el que estire mis piernas frente a mí y admiré la noche estrellada que se hacía presente en ese momento.
Puse mis manos en mi vientre, ahí donde se resumía la vida de mi hijo. Acaricié mi estómago en forma circular.
– Hola – comencé a hablar. – Sé que apenas tienes un mes y medio y que posiblemente no me escuches ni me sientas, ni siquiera has de tener la forma de un bebé, pero yo puedo sentirte, puedo decir con certeza que serás el niño más hermoso que pueda existir, ¿sabes por qué? – hice una pausa inmediata para pensar en las palabras correctas. – Porque tu padre y yo te hicimos con mucho amor, tal vez no suene espectacularmente bien, pero sé que él me ama, y yo lo amo, y en el momento en que todos nuestros sentidos se volvieron uno, lo hicimos con amor – suspiré. – Cuando crezcas entenderás las razones por las cuales hice lo que estoy haciendo. Te amo.
Una lágrima cobró vida en mi lagrimal y se abrió paso por mi mejilla dejando un rastro de agua salada. La limpié de golpe y me levanté de la silla para recargarme en el balconcito y mirar el mar golpeando la arena. Éste momento era perfecto.
Cerré mis ojos y respiré el aire cálido que entraba por mis fosas nasales hasta llenar mis pulmones con una exquisita sensación de paz y armonía. Me sentía tan bien en ese momento, tan bien hablando mentalmente con ese pequeño pedacito de mí que en 8 meses vería con mis propios ojos, al cual podría rodear con mis brazos todo el día.
– Te ves tan hermosa – dijo su voz dulce en mi oído. – Podría tenerte así para toda la eternidad y nunca cansarme de verte.
Sus labios se pegaron a mi hombro desnudo para después con su mano retirar el cabello que invadía mi cuello y acercarse para depositar un beso en éste y con su aliento provocar ese cosquilleo cálido en mi cuerpo que solo él podía causar en mí.
– ¿Te la pasaste bien? – le pregunté interesada mientras me daba vuelta para quedar frente a él.
– No tan bien – dijo sin ganas. – me hiciste falta tú.
Llevé mis manos a su rostro y besé sus labios que tanto anhelaba. Theo me apretó por la espalda haciendo que nuestros cuerpos se pegaran totalmente.
– ¿Tú como la pasaste, mi amor? – me preguntó mientras uno de sus dedos delineaba mi mentón y mis labios.
– El descanso nos sienta bien a todos, mi amor.
– ¿Te he dicho lo mucho que me encantas? – hizo un gruñido al final que prendió todos los focos de mis sentidos alertando a mi punto débil de la manera más excitante.
Negué con la cabeza.
– Me encantas para ser mi única mujer – soltó.
Me quedé sorprendida ante eso, y lo único que pude hacer fue abalanzarme contra él hasta quedar sobre su cuerpo a horcajadas, rodeando su cintura con mis piernas mientras que sus manos me sujetaban por el trasero y sus labios escondían los míos en perfecta sintonía.
– Te deseo, ______.
El besó empezó a tornarse fogoso y encendido de pasión. Me daba miedo volver a tener relaciones mientras cargaba con la vida de un pequeño dentro de mí.
– No puedo, Theo.
– No te preocupes, hay otras maneras de hacerte ceder – dijo mientras me depositaba en el suelo y su mano irrumpía en mis bragas.
(Alex es el nuevo novio de Anna)