Capitulo 62

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  Salí del baño con la playera de Theo que me cubría gran parte del cuerpo y caminé descalza hasta la habitación, donde Theo se encontraba semi-desnudo viendo la televisión. Me recargué en el marco de la puerta y crucé mis brazos por sobre mi pecho mientras alargaba un suspiro y admiraba la belleza de Theo.

– ¿Te ha ido bien? Tardaste un poco. – dijo Theo dirigiendo su mirada a mí y bajándole el volumen a la película que veía.

Reí un poco y caminé hacía la cama para sentarme en la orilla y notar como los músculos de Theo se relajaban mientras se ponía en posición para extenderse cerca de mí. Volví mi cabeza para verlo y me encontré con su cuerpo aún más cerca del mío. Llegó el momento en el que sus piernas rodearon mi cuerpo por detrás y empezó a bajar la manga de la playera para dejar mi hombro al descubierto. Lo acarició con su mano para después lamerlo y besarlo lenta y sensualmente. Cerré mis ojos y sentí un cosquilleo ardiente en la parte baja de mi estómago.

– Eres lo único que veo, pienso y sueño todo el tiempo, ______. Te quiero eternamente. – pronunció Theo pegado a mi hombro.

Sonreí y giré mi cuerpo para enfrentarme al suyo. Subí mis piernas a sus muslos y él llevó sus manos a mi espalda baja para sostenerme.

– Te amo, Peter.

– Sabes que odio ese nombre.

– ¿Puedes callarte y besarme de una vez? – solté impaciente por sentir sus labios llenos sobre los míos. – Soy toda tuya, no lo desperdicies.

Theo aferró sus manos a mi espalda y empezó a acercarse cada vez más a mí, eliminando los pocos centímetros que nos mantenían separados. Me atrapó en un beso fugaz y estremecedor. Movió todos mis sentidos haciéndome vulnerable de nuevo, a pensar que no tenía nada de malo decirle lo que estaba pasando, que tendría un hijo y ese hijo sería el fruto de nuestro amor. Quería gritarle la verdad mientras me seguía amando, pero tuve que subir mis barreras de nuevo y pensar en la voz de Anna y de Lizzy. Ally decía que era injusto lo que iba a hacer al igual que Julieta, pero siempre me apoyarían.

Me concentré en mi futuro con mi bebé, me vi llevándolo a la escuela y a mi trabajo para que todos lo conocieran... Él era mi única razón para dejar al amor de mi vida y darle lo mejor...

– Entonces... ¿eres mía? – preguntó Theo con tono seductor.

– Lo fui desde el día uno.

Theo hizo de lado un mechón travieso que se interponía en mi rostro y lo puso detrás de mi oreja. Acarició mi mejilla y me miró con ternura.

– ¿Quieres que te haga mía ahora? – me preguntó travieso.

– Lo hiciste hace mucho tiempo, Theo.

– No quiero hacer algo contra tu voluntad, ______.

– Hazlo. Bésame como si fuera la última vez que lo harás, acaríciame como si mañana no existiera. Hazme tuya como jamás lo has hecho. – le pedí casi con tono suplicante y desesperado.

– ______...

– Por favor.

Theo tragó saliva y volvió a besarme tiernamente, pero no sentía la pasión que sentía cada que íbamos a tener sexo.

– No puedo. – se rindió separándose de mi rostro. – No quiero que solo sea un acostón más, no quiero que seas con la que me acuesto todas las noches, ______. Quiero que seas con la que me despierte todas las mañanas, con la que pueda dormir y aferrarme a su cuerpo en las noches. No quiero que lo nuestro sea solo por eso.

Sonreí agradecida de que ya no me quería solo por el sexo que teníamos casi todos los días, sino que de verdad me amaba y estaba dispuesto a dejar de ser el hombre hambriento de sexo que conocí.

– Te amo.

– Te amo más.

......

Cuando terminamos de ver "Diario de Una Pasión" en el televisor, Theo apagó el DVD y comenzamos a platicar acerca de muchas cosas que nos pasaron en el pasado.

– Nadie me llevó al baile de graduación en la secundaria. – dije recordando el momento en el que me quedé en casa comiendo palomitas y viendo películas de miedo mientras lloraba porque nadie había invitado a la señorita Masen al baile de graduación.

– ¿Es enserio? – preguntó Theo algo sorprendido.

– Sí. – dije algo triste.

– No puedo creerlo.

Se levantó de la cama y se quedó viendo el exterior.

– Si yo hubiera sido alguien que te hubiera conocido en la secundaria, te hubiera llevado una rosa frente a todas tus amigas, te hubiera buscado en los pasillos hasta encontrarte. – Se acercó a mí. – te hubiera tomado de la mano discretamente. – tomó mi mano con lentitud. – hubiera mirado tus ojos aguamarina y te hubiera dicho que eres la mujer más hermosa que haya pisado este planeta. Te hubiera dado un beso en la mejilla y te hubiera preguntado... - me levantó de la cama poniéndome cerca de él, como si fuéramos a bailar. – ¿Me harías el grandísimo honor de acompañarme en el baile de graduación?

Tragué saliva y casi solté una lágrima, pero la retuve en mi lagrimal.

– Yo te hubiera contestado: sería un placer.

Theo sonrió abiertamente y me besó en los labios delicadamente.

– Pero aún no puedo creer que no hayas ido a tu baile de secundaria. Nadie merece estar solo en un evento tan importante.

Alcé los hombros y fingí indiferencia.

Después de un rato, nos acostamos en la cama y nos acurrucamos tan juntos que el palpitar de nuestros corazones latía al unísono.

Theo se quedó profundamente dormido y yo no pude dormir. Me dieron las tres de la mañana y seguía completamente despierta, estaba pensando en una manera de dejarlo sin dejar nada que pudiera recordarle a mí, a la estúpida que le había puesto alas y se las cortaría en menos tiempo de lo imaginado.

Mientras pensaba, Theo dejó de abrazarme para darse la vuelta y seguir durmiendo como un bebé, y entonces... me levanté de la cama cautelosamente y me dirigí al estudio que había descubierto unos momentos antes cuando estaba cambiándome en el baño.

Cuando llegué, tomé papel y pluma y me senté en la silla que se encontraba detrás de un escritorio de madera. Me tomé un minuto para pensar en lo que plasmaría en ese estúpido e insulso pedazo de papel. Quería que cada letra fuera sincera, que cada fracción del papel estuviera lleno con lo que diría si lo tuviera frente a mí y fuera el adiós.

Tomé la pluma y la pegué al papel. Empecé a deslizar mi mano al compás de las palabras que inundaban mi mente y mi corazón, que salían disipadas por el movimiento de mi mano desplazándose a lo largo del papel. Escribí tanto tiempo que empecé a sentir como mi mano empezó a adormecerse.

Empecé a llorar y a implorar que todo acabara pronto, pidiéndole perdón mentalmente a Theo, enviándole una rosa imaginaria a través de mi mente, esperando que nunca olvidara que lo amaba, que todo lo que hacía era por su bien. Cuando terminé de escribir, me solté en un llanto incesable, en un llanto que acallé tan rápido como pude. Tomé las 5 hojas de papel que había logrado escribir y las doblé en un rectángulo perfecto para después meterlas en un sobre. Lo cerré y lo puse en mi corazón.

– No me odies. – susurré entre sollozos.

Salí del estudio y me encaminé a la sala para dejar la carta en la bolsa que había llenado de mi ropa sucia, la que había usado todo el día antes de ponerme la playera de Theo. Me levanté y escondí mi vientre entres mis frágiles manos. Cerré los ojos y suspiré para alejar todo el dolor que se apoderaba de mí y concentrarme en el amor que había acogido al ser que estaba creciendo dentro de mí.

Levanté la mandíbula y me puse rígida. Miré el reloj que estaba pegado en la pared de la cocina. 4:30 a.m.

Fui lentamente a la habitación y me recosté a un lado de Theo. Tomé su brazo y me lo hice abrazarme, y aunque estuviera dormido, sentía su calor y su amor llenándome nuevamente.

– Perdóname, Theo. – dije en un hilo de voz.

Le besé la mano y me quedé profundamente dormida.   

Sex Instructor. [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora