Me había quedado atónita con lo que me dijo, pero lo acepté. Mi mano pasó por su nuca rozando parte de su cabello dorado. Tomé un poco de aire y apreté sus labios contra los míos mientras su mano bajaba de mi espalda hasta mi trasero. Lo acariciaba y lo pellizcaba de una manera espectacular. Mi mano derecha recorrió su espalda por debajo del agua. Metí mi mano en el bóxer y sentí una grandísima erección apoderarse de él.
– Te voy a enseñar a nadar, no a tocar – dijo mientras sacaba mi mano de ahí y aplastaba su rostro contra el mío y lamía mis labios.
Jaló el cordoncito del corpiño y me lo sacó de un tirón. Cuando mis senos entraron en contacto con el agua sentí como se pusieron duros. Theo los acarició y los lamió de una manera exquisita. Como nadie. Subió de nuevo a mi rostro para volver a invadir mi boca con su lengua.
– ¿Te he dicho lo bien que besas? – me preguntó.
– No.
– Bueno, lo haces deliciosamente bien.
Sonrió y bajó su mano hasta mi feminidad. Su dedo anular invadió mi entrada lentamente con movimientos circulares, que al mismo tiempo que se movían, el agua del jacuzzi se escapaba entre ellos. Se sentía delicioso, sentir agua y sus dedos dentro de mí era algo realmente excitante. Cerré los ojos y me imaginé su polla en lugar de sus dedos. Gemía y gemía mientras que Theo se masturbaba por debajo del agua. Dios mío, iba a tener un orgasmo ahí mismo.
Theo notó el temblar de mis piernas.
– Hey, tranquila. Apenas comenzamos.
Regresó sus labios a los míos mordiéndolos una vez más. Me acariciaba debajo del agua, a pesar de las ondas magnéticas que causaba el calor. Recargué mis brazos alrededor de su cuello y me colgué en sus piernas frente a él por debajo del agua, Theo tomó mis muslos y me alzó un poco para quedar yo más alta que él. Seguíamos besándonos, sin darnos si quiera tiempo para respirar. Las manos de Theo pasaron de mis muslos a mi trasero de una manera ágil y sensual. Sus dedos rebuscaron los listones que quería desabrochar. Mordí el lóbulo de su oreja y lamí su cuello lentamente mientras él seguía buscando cómo desabrochar el calzoncito.
– A la izquierda – lo guie.
Su dedo alcanzó el listoncito y jaló de él muy despacio, tan despacio que creí que nunca terminaría de soltarlo. Cuando al fin estuve liberada de todas las prendas acuáticas, Theo quitó su bóxer al fin y lo sacó del jacuzzi sin quitarme la mirada de encima. Me separé de él y nadé hasta el otro extremo, haciéndolo también nadar para alcanzar.
– Si te alcanzo, estoy dispuesta a tener sexo en el lugar menos predecible del planeta, y si no lo haces, no dejaré que me enseñes nada.
– El caso es que estoy más excitado que un burro en primavera, eso me hará nadar más rápido y me será muy fácil alcanzarte y poder abrir tus piernas y meterme en ti una vez más – dijo.
– Bueno, veremos qué pasa.
Me di vuelta y empecé a nadar lo más rápido que pude, sintiendo en cada empujón como el agua se metía entre mis piernas y causaba una excitación más grande de lo normal. Me sumergí por completo en el jacuzzi intentando esconderme de Theo. Cuando me cansé de estar debajo del agua, sentí un bulto ahí, entre mis piernas. Theo ya estaba dentro de mí. Estaba tan dentro que dolía como la primera vez.
Solté un grito de dolor. De esos que no se pueden aguantar, solo salen.
– Oh mi Dios... se siente... Oh ______ – gritó Theo mientras me pegaba a la pared.
– Ah, Theo... duele... mucho – entrecerré mis ojos viendo los gestos retorcidos de Theo.
Sacó de nuevo su miembro y volvió a meterlo, una y otra vez. Sentía el agua meterse por ahí, haciéndome sentir aún más caliente y más excitada. Era tan delicioso. Empezaba a disfrutar del dolor. De repente, justo cuando de verdad estaba llegando a sentir mi cuerpo extasiado y relajado, a Theo se le ocurrió salir de mí.
– Ven, vamos a la orilla.
– ¿Unas carreritas? – le pregunté divertida.
– Bien.
Empezamos a nadar, obviamente me dejó ganar, pero nadaba lo más sexy que podía ya que sabía que miraba mi parte trasera desnuda a través del agua. Comencé a reír.
– ¿De qué te ríes? – preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
– ¡No lo sé! – dije entre carcajadas. No sabía la razón de mi risa.
Theo comenzó a reírse, jamás lo había escuchado riendo, solo hasta ésta vez. Su risa era perfecta, esos hoyuelos en la comisura de sus labios se veían perfectos en él; él era perfecto.
Me tomó de la cintura y me acercó a él.
– Eres hermosa – dijo sobre mi rostro, haciendo que inhalara su aliento fresco.
Bajé la mirada, eso me hacía sentir extrañamente tímida.
– Hey, no hagas eso. Una chica tan bella como tú no debería bajar la mirada. No vuelvas a hacer eso ¿está bien? – me hizo prometer.
– Bien.
Sonreímos al mismo tiempo y juntamos nuestros labios en un beso apasionado, sin secretos, solo, sincero. Metió su mano en el agua y tomó su sexo para acariciar mi feminidad con éste. Mi respiración se tornó acelerada y mis palpitaciones eran más de cien por minuto. Jadeé. ¿Por qué estaba sintiendo esto? No era nada nuevo. Cerré mis ojos y esperé a que Theo metiera su miembro.
– ______...
– ¿Sí? – esperé algún sonido, pero no dijo nada.
Hubo un silencio tan incómodo que quise salir del jacuzzi y correr a esconderme, no sabía por qué. Tomé una bocanada de aire esperando a que Theo dijera algo, pero solo escuchaba su respiración y el sonido del motor de calefacción del jacuzzi.
– ¿Recuerdas aquella vez en la habitación del hotel? – preguntó.
– Sí...
– Bueno, esa vez, cuando te dije que ningún hombre merecía tus lágrimas, lo dije enserio, y, no quiero que suene raro, pero, de verdad me gustaría que tuvieras la confianza necesaria para decirme lo que sea, que si necesitas ayuda, de cualquier tipo, te ayudaré, aunque sea en contra de mis propias reglas.
Escuché cada palabra como un susurro mágico. Éste chico, el cual sabía muy poco pero a la vez mucho, estaba ofreciéndome ayuda, ofreciéndome su apoyo cuando la necesitara.
– Tres, nada de sentimientos. Esto es sexo y nada más que eso – susurré recordando la tercera regla.
La regla más dolorosa que pude haber escuchado. Él no me quería, pero estaba rompiendo con la regla de los sentimientos, estaba dejando que esto fuera más que sexo y eso de alguna manera me hacía dudar, me hacía sentir... mal.
– ¿Qué? – preguntó confundido.
Me alejé de él y nadé lo más rápido que pude hacía la escaleras haciendo caso omiso a sus gritos. Salí, desnuda, tomé mi bata y la puse alrededor de mi cuerpo. Hacía mucho frío. Esto era todo, era el fin. ¿Cómo fui tan tonta?
– Hay toallas en el cuarto de despensa, toma lo que sea necesario. Sabes muy bien donde queda la salida.
Miré al suelo, casi mirando el vacío. Estaba queriendo a Theo, pero solo podía querer a uno, a dos no. No es posible.