Capitulo 42

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  Todo se resumió en uno de los muchos empleados de Theo, solo que ésta  vez era su puta secretaria, esa morena de ojos grandes y hermosos, de  cabello negro realmente largo y una sonrisa tan hipócrita como ella.

  Theo la atendió mientras yo me quedaba con las ganas de que me  metiera su polla. No hice nada, solo sentí como un par de lágrimas caían  sobre mis mejillas. Me levanté de la cama y me metí al baño desnuda,  sin ni siquiera una sábana encima, me miré en el espejo y admiré un  moretón enorme cerca de mi cuello, lo toqué y pude notar como no existía  el dolor en él. Lo examiné unos segundos y después bajé a mi cadera,  donde otro moretón se formaba a lo largo del hueso de la pelvis. Subí a  mi rostro y limpié las lágrimas que bajaban desde mis ojos.

Me  di vuelta ignorando mi silueta frente al espejo y busqué algo con que  cubrirme en el estante que se escontraba a un lado del espejo. Encontré  una bata blanca de baño y me cubrí con ella. Salí del baño y caminé  fuera de la habitación hasta las escaleras. Las bajé poco a poco y me  detuve en seco cuando escuché su voz mencionar tantas palabras  desepcionantes.

- No puedes negar que te gustó y que es por eso  que te saliste de Filadelfia con esa mocosa de cuarta, para olvidarte  de lo que te hice sentir esa noche - dijo la voz femenina de Jasmine.

- ¿Puedes callarte? Ella no puede saber nada, nada - decía Theo.

Me tapé la boca. Las lágrimas salieron una por una lentamente haciendo que el dolor se intensificara todavía más.

- Ah, vamos. En cualquier momento vas a deshacerte de ella.

  - No voy a deshacerme de ella. Lo nuestro fue momentáneo, pero ésto que  siento por ella no es como lo mío contigo; la quiero Jasmine y no  pienso perderla por una zorra como tú.

Cuando escuché eso,  sentí una oleada tremenda de alivio, una vez más me sentí la mujer más  feliz del mundo. Más lágrimas se desataron por mis mejillas; eran de  felicidad. Me fui directo a una habitación que estaba a un lado de las  escaleras y en silencio me metí y comencé a llorar todavía más.

  Los sollozos salían interminablemente por mi garganta mientras  intentaba recuperar el ritmo de mi respiración. Me tiré en el piso y  seguí llorando, llorando de tristeza y de felicidad.

- ¡______! - gritaron mi nombre desde arriba.

No quise contestar.

- Nena, ¿dónde estás? - preguntó la aterciopelada voz de Theo sobre las escaleras.

Yo seguía llorando. Mi periodo iba a llegar pronto.

  - ______... - escuché detrás de la puerta. Theo me había encontrado. -  ¿Qué haces allí dentro? - pregunto con voz suave. - ¿Puedo pasar? -  preguntó amable.

- No quiero que me veas así - dije entre sollozos.

- ¿Qué tienes mi amor?

- Nada, no tengo nada - dije aún tendida en el suelo.

- Vamos, abre.

  Divagué un poco antes de llevar mi mano a la manija y quitar el seguro.  Cuando lo hice escuché el rechinido de la puerta mientras se abría. Me  cubrí todo el rostro con la bata y seguí llorando.

- Hey, ¿qué tienes, princesa? - ¿por qué era tan amable? Me hablaba como si fuera su hija o algo así.

- Nada, no tengo nada - repetí debajo de la toalla.

- ¿Nada? A mí no me parece como nada - dijo acercándose más a mí.

  Empecé a asomarme por un espacio debajo de la toalla y vi el rostro  preocupado de Theo. Respiré hondo y me deshice de la toalla en mi  rostro.

- No lloro de tristeza, más bien, de felicidad. Ahora  de verdad se que me quieres y que no hay muchas cosas que hagan que  cambies de opinión y estoy feliz por eso, porque nunca creí que fueras a  ser así...

- Te quiero como no tienes idea - me interrumpió. -  Haría cualquier cosa para demostrártelo - tomó mi rostro entre sus  manos y apartó las lágrimas que recorrían mis mejillas. - Te quiero, ¿no  te das cuenta?

Se acercó más a mi rostro hasta el punto de  solo quedar a milímetros. Cerré mis ojos y esperé que sus labios se  adueñaran de los míos. Y así lo hizo, me atrapó en un beso tan dulce  como el chocolate y tan suave como la piel de un bebé. Se sentía  realmente bien estar sobre sus labios, tener mis labios atrapados en los  suyos era la mejor sensación jamás inventada.

- Besas tan bien - susurró encima de mis labios. - Nunca había podido decirte lo mucho que disfruto besarte.

Ah, ahora no soy la única que lo siente.

- Eres perfecta, ______.

Tú más.

  - Pero, si quiero que sigas aguantando tanto peso sobre tí, necesito  que comas al menos algo ligero, no quiero que termines como esas modelos  de ropa costosa. No quiero que ese culo espectacular se vaya por culpa  mía... Eres perfecta así.

Y entonces fue cuando me pregunté si de verdad me quería por lo que era o por lo que le hacía sentir en la cama.

Sex Instructor. [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora