– ¿Qué viste? – me preguntó algo preocupado.– Suficiente para saber que eso de que nunca has amado, es mentira.
Agachó la cabeza y se acercó a mí.
– Pequeña, no quiero que lo mal pienses.
– ¿Eso? Para nada – dije sarcástica. – solo pude darme cuenta que sí has amado, que aunque no lo quieras aceptar, sabes qué es el amor. No puedes negármelo, Theo.
– Está bien, lo acepto, si lo hice, pero no la quiero tanto como quiero ahora a otra persona – aceptó algo enojado.
– No tienes por qué engañarte a ti mismo, Theo. Sabes que puedes confiar en mí, no tienes por qué ocultar eso.
– No quería ocultarlo de nadie, solo de ti.
– ¿Por qué? – le pregunté. Me acerqué a él y acaricié la línea de su abdomen.
– Eres muy pequeña para entenderlo.
– Tengo dieciocho – enarqué la ceja. – Y a decir verdad supongo que soy más sexy que cualquiera de tus otras clientas.
Sonrió levemente y me abrazó por la cintura.
– Vamos a la cama y terminemos con esto. Tendremos más tiempo para platicar por la madrugada.
Le sonreí y besé sus labios. No me separé de ellos hasta que Theo soltó un gemido doloroso dentro de nuestras bocas.
– Si sigues haciendo eso, no podré controlarme y podría lastimarte.
– ¿Físicamente?
– No me gustaría ser agresivo contigo. Eres como una caja de cristal, no me gustaría ser duro contigo – admitió. Su aliento chocaba gentilmente contra mi rostro.
– Entonces no lo hagas – susurré.
Sus labios volvieron a chocar contra los míos de una manera perfecta. Los movía lentamente sobre los míos sin separarlos ni un milímetro.
– Me encantan tus labios – susurró aún sobre ellos.
Abrí mis ojos y admiré los suyos. Color miel ceniza, alrededor de ellos unas pestañas largas y chinas, tan perfecto. Volví a besarlo y lo empujé a la puerta para empezar a caminar hacia el cuarto. Descubrió mi indirecta y me adentró en su recamara. Me recosté sobre la cama y Theo lo hizo también pero encima de mí. Empezó a hacer movimientos circulares con su cintura haciendo que su miembro chocara contra mi feminidad de una manera realmente sensual. Tomé una bocanada de aire y me aferré a sus brazos. Los tomé con tanta fuerza que podía sentir el correr de la sangre por sus venas.
– ¿Quieres que lo meta ya? – preguntó.
– Por favor – pedí casi a gritos.
Sentí como su miembro se iba resbalando poco a poco dentro de mí, como tocaba las paredes de mi sexo y poco a poco me iba dando más y más disfrute. Gemí tan fuerte que Theo solo me tapó la boca con su mano y me sonrió.
– ¿Quieres que alguien nos escuche o qué? – rio bajito.
– Es tu culpa por tenerlo tan grande – susurré.
Theo rio aún más. De repente sus embestidas ya no fueron calmadas sino realmente duras. Sus caricias eran más apasionadas que nunca y sus besos mojados me recorrían desde los senos hasta la frente. Su respiración comenzaba a ser más y más rápida junto con sus movimientos dentro de mí, que me hacían estremecer de una manera casi imposible.
Me llevó al éxtasis repetidas veces.
Mi espalda se encorvaba e intentaba que su miembro se metiera aún más en mí. El palpitar de mi corazón ya era demasiado fuerte cuando Theo se decidió a dejar de estar dentro de mí para viajar hasta mi feminidad y empezar a apachurrar sus labios contra mi punto débil. Su lengua entraba y salía de mi sexo al mismo tiempo que su dedo acariciaba mi palpitante y duro clítoris. Se sentía realmente delicioso.
Saqué un suspiro cuando se detuvo y lo tomé de la barbilla para subirlo hasta mi boca y besarlo sin cansancio. Cuando me detuve yo fui la siguiente en tomar las riendas del juego. Mi boca envolvió a su amiguito completamente. Lo mantuve tanto tiempo como me fue posible, pero no fue tanto como yo esperaba. Después lo único que hice fue recorrer su miembro con mi lengua, saborearlo y no sacarlo de mi boca en ningún momento. La mano de Theo empujó mi cabeza hasta el terminar de su polla. Sacó un gemido y me retiró de su miembro. Me tomó de los hombros y suavemente me empujó para atrás.
Lamió mis pezones y también mis labios. Lo miré directamente a los ojos cuando de repente lo sentí nuevamente dentro de mí. Su miembro se movió en círculos dentro de mí, luego sacaba su miembro y lo empujaba bruscamente dentro de mí.
– Ya no puedo – rugió.
Mis uñas se enterraron en su espalda cuando él empezó a ser más rápido y brusco en sus movimientos. Lo hacía tan duro que me ponía todavía más y más caliente con cada embestida que me otorgaba.
Lo rasguñé tanto que sentí que no me detendría hasta que sacó todo su líquido dentro de mí. Se sentía tan bien que no quería que saliera jamás, pero tuvo que hacerlo. Cuando terminamos me regaló una sonrisa y se recostó en la cama a un lado de mi desnudo cuerpo.
– ¿Quieres una playera? – me preguntó cuándo se dio cuenta que me cubrí mis senos.
– Por favor – se levantó de la cama y fue a su armario. Rebuscó entre los cajones hasta que encontró una playera. Me la aventó e inmediatamente la coloqué en mi cuerpo.
La playera era negra. Me cubría hasta las rodillas y se adhería a mi cuerpo como lo haría un vestido ya que estaba hecha de licra. El aroma de Theo aún estaba presente en la playera. Deshice la cama una vez más. Me cubrí con las mantas y me puse de lado. No quería verlo. Me sentía sucia después de haberme enterado que amaba a alguien y que estaba teniendo sexo conmigo.
– ¿Puedo acostarme contigo? – pidió.
– Adelante – le dije sin darle una mirada
Sentí como se fue acercando más y más a mi cuerpo, hasta que de repente su brazo se recargó en mi cuerpo y su cabeza sobre la mía. Me estaba abrazando. No quise decir nada, a decir verdad, su cuerpo pegado al mío sin necesidad de tener sexo era reconfortante. Cerré mis ojos e intenté conciliar el sueño, pero de repente sus labios se pegaron a mi mejilla sin pensarlo.
– ¿Qué todavía no te das cuenta ______? – me preguntó con tono algo enojado.
Me di vuelta para encararme con sus lindos ojos miel.
– Darme cuenta de qué...
– Vamos, no puedes ser tan tonta.
– Voy a graduarme en dos semanas, no puedes decirme que soy tonta – dije algo molesta.
– No lo digo en ese aspecto.
– ¿Entonces?
– Vamos ______.
– No puedo ni siquiera imaginarme de qué no me he dado cuenta...
Besó mis labios pero lo hizo de una manera diferente. Incluso con ese toque de labios pude entender lo que estaba a punto de decirme.
– Te quiero.